El corredor alcalaíno de adopción y de origen británico Andrew “Andy” Hall, del club Sierra Sur de Jaén, ha logrado la proeza de terminar el Ultra Trail Northern Traverse, prueba de 300 kilómetros en autosuficiencia. La competición, con una duración máxima de 5 días, comenzó el pasado sábado 1 de abril a las 8:30 horas en St. Bees, en la costa oeste de Inglaterra, cruzando el norte a través de tres parques nacionales. La meta se encuentra en Robin Hood's Bay, en la costa este, atravesando montañas icónicas, valles y páramos a lo largo de un camino no sólo extenso, sino también con 6500 metros de ascenso.
El propio Andy nos relata de este modo su experiencia. “Desde que comencé a correr medias maratones de vez en cuando para recaudar fondos para los niños desfavorecidos de Malí, siempre he aspirado a desafíos más grandes. Primero una maratón o dos, después la Desértica de 75 kms en Almería, avanzando hasta la Ultra Sierra Nevada de 99 kms y los 101 de Ronda el año pasado. Entonces escuché hablar sobre una carrera en el Reino Unido llamada Northern Traverse”.
La Northern Traverse sigue una ruta establecida por el famoso autor de guías de caminatas Alfred Wainwright, cuyo trabajo es la referencia estándar de caminatas del Distrito de los Lagos en Inglaterra. Alfred estableció una ruta para una caminata de 300 km desde la costa oeste hasta la costa este, atravesando tres parques nacionales: el Distrito de los Lagos, los Valles de Yorkshire y los Páramos de North York. En general, la gente camina esta ruta en secciones, tardando alrededor de dos semanas en completarla. Yo me había propuesto el desafío de hacerla en tres días.
Unos meses antes de la carrera, un familiar muy cercano a mí, mi tío Bill, que amaba especialmente el aire libre y el Distrito de los Lagos, falleció después de una enfermedad muy corta. Decidí correr esta carrera en recuerdo a él e intentar recaudar fondos para la organización benéfica de cuidados paliativos que lo cuidó en casa en sus últimos días. A través de donaciones pude recaudar alrededor de 1000 euros.
La tradición manda que al comenzar la ruta hay que sumergir un dedo del pie en el mar de Irlanda y recoger una pequeña piedra para depositarla en el mar del Norte al final. Me embolsé dos, una para Bill y otra para mí. Las primeras etapas fueron buenas, estaba corriendo bien y mis tiempos eran como esperaba, y confiaba en mi entrenamiento y estado físico, pero los eventos conspiraron contra mí. La combinación de calcetines y zapatillas, que nunca me habían fallado en ninguna de las carreras más difíciles de España, produjeron la tormenta perfecta de verdugones y ampollas debido a condiciones increíblemente húmedas. Mis pies estaban tan mal que al llegar al avituallamiento de Shap, en el Km 96, quería rendirme. He estado en esta situación antes, así que me tomé un tiempo para hablar conmigo mismo, comer y beber para reponer fuerzas.
Pedí ver a la médico, y ella hábilmente hizo un MacGuyver y me puso los pies en un estado en el que podía continuar. En aquel avituallamiento no había acceso a las bolsas de vida, lo que significaba que no había calcetines limpios por lo que tendría que continuar con los calcetines empapados y las zapatillas traicioneras hasta Kirkby Stephen, a unos 35 kilómetros de distancia y 7 1/2 horas más tarde. Pensé en llegar al próximo punto de avituallamiento y volver a evaluar la situación, así que avancé.
Kirkby Stephen lo tenía todo: comida, tiendas de camping, y las bolsas de vida donde estaba mi botiquín de ampollas para que la médico ahora pudiera tratar mis pies correctamente. Comí algo y dormí algunas horas. El sueño llegó con facilidad, pero no parecía querer durar más de unos pocos minutos a la vez, y mi mente no estaba en un estado optimista. Los pensamientos de abandonar la carrera eran espontáneos y frecuentes. Suprimí esos pensamientos diciéndome "¡hoy no!".
Continué a la siguiente etapa, pero con el dolor cualquier posibilidad de correr se había ido. En el mejor de los casos, podría mantener una caminata rápida, así que tuve que cambiar mi estrategia, mucho menos tiempo en los avituallamientos: comer, quitar las zapatillas para airear los pies, dormir un máximo de dos horas, arreglar los pies y salir por la puerta lo antes posible.
De Kirkby Stephen a Richmond fue un esfuerzo de 16 horas, comenzando a las 9 p.m., primero hasta "NineStandards", que es un lugar espeluznante en la oscuridad. Después llegué al peor cruce de ciénaga con el que he tenido que lidiar por la noche. Mis pies estaban constantemente empapados y congelados, y esto me castigó mentalmente: casi cada vez que me desviaba del rumbo para navegar alrededor de una ciénaga profunda, perdía el camino en la penumbra y perdía tiempo en recuperar la ruta.
En Richmond encontré curry picante y tres horas de sueño que dejaron que mis pies se secaran un poco. Luego me desperté, me quité los pensamientos de abandonar la carrera, me arreglé los pies con cinta kinesiológica, cambié los calcetines, bebí un café y salí hacia Lord Stones a las 7pm.
Esta sección comenzó bien y era más o menos llana así que pude recuperar un poco de tiempo, pero hacía muchísimo frío. Unos 50 km y 13 horas después llegué al campamento de Lord Stones. La misma rutina me esperaba: comer lo que pudiese, quitarme las zapatillas y dormir durante un par de horas. Después de despertar: arreglar mis pies, tomar un café y empezar la siguiente etapa.
¡El siguiente objetivo fue la meta! Estaba casi a la vista, pero a 70 km de distancia, necesitaba todo mi esfuerzo para llegar a ella dentro de los cuatro días. Estaba empezando a sufrir los efectos de la falta de sueño, y el esfuerzo mental requerido para seguir el camino era inmenso. Me perdí en el bosque Little Beck; perdí un giro que es increíblemente fácil de hacer en el bosque por la noche y estaba confundido: no sabía si estaba en España o en Inglaterra, y si leía mi mapa correctamente o estaba alucinando. Perdí una buena hora con esto y realmente me hacía falta compañía en aquel momento. No había luna esa noche, la única luz era la de mi frontal y los ojos reflectantes de un par de zorros que vi mirándome. Mantener la calma y resolver los problemas en este momento fue muy difícil.
Después de volver sobre mis pasos y encontrar la ruta correcta a través del bosque, finalmente encontré la salida y caminé hacia Hawkser. Pensé que me estaba acercando a la meta, así que traté de caminar más rápido pero no parecía estar progresando mucho.
Finalmente encontré Hawkser, el último puesto de control, luego giré a la derecha para unirme al camino costero. Una hora más tarde, con las piernas exhaustas, entré en la bahía de Robin Hood. Al llegar a la línea de meta, contuve las lágrimas y las emociones para aceptar la medalla. La marea estaba baja, pero sumergí el dedo del pie en el agua de una charca entre rocas y tiré las piedras lo más lejos que pude. Primero la mía, luego la de Bill. Cada vez que pensaba en abandonar la carrera, esas piedras en mi bolsillo me habían hablado y me detenían. La viuda de Bill estaba allí esperándome y me dio un gran abrazo y luego me llevó de regreso a la costa oeste para reunirme con mi familia que había estado rastreando mi progreso a través del sitio web.
Ha sido un experiencia muy buena, realmente desafiante, pero ninguno de los competidores habría estado allí si no fuera así. Hubo una gran camaradería, un gran ambiente en todos los puntos de avituallamiento, todos los competidores fueron muy, muy amables. Ha sido una gran experiencia y ha sido un privilegio poder hacer la Coast To Coast de esta manera. Me exprimió más de lo que nunca pude imaginar: avancé a través del dolor y los pozos en los que a veces me encontraba. ¡Pero lo volvería a hacer! Y recomiendo a todo lector interesado en este tipo de aventura que eche un vistazo a la carrera, las inscripciones ya están abiertas para el año que viene, del 6 a 10 de abril. Más información en www.northerntraverse.com”, concluye Andy Hall en su relato de su inolvidable experiencia deportiva.
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