El dramaturgo Ignasi Vidal escribe tragedias shakesperianas protagonizadas por antihéroes de supermercado. Sus personajes no luchan a sangre y fuego por el poder, por las mayúsculas de la existencia y las pasiones, como el Rey Lear de Shakespeare, sino que expresan preocupación por pequeñas cosas mientras deambulan navaja en mano por los rincones más sórdidos del alma. El protagonista de ‘El Plan’ se refiere a la tienda en la que se pueden adquirir las latas de cerveza más baratas. En ‘Sobre el caparazón de las tortugas’, la deslumbrante y desgarradora obra de Ignasi Vidal recién estrenada en el madrileño Teatro Fernán Gómez, Alicia reprocha a Héctor, su marido, que se gaste diariamente 2,10 euros en desayunar en un bar por el único afán de que le sirvan. Ambos, conocidos actores, que rompieron diez años antes como pareja, hablan de desamor, “¿qué vi en ti?, eras guapo a rabiar y tenías un pico de oro, y me fui metiendo en el hoyo”, explica ella. Pero mientras suenan en la calle marchas de la Semana Santa de Sevilla y Héctor se viste de nazareno para salir esa tarde de Jueves Santo en procesión, por el subsuelo de la obra transita la violencia machista en alguna de sus vertientes más insoportables y repugnantes.
Ignasi Vidal, sí. En ‘El plan’, un extraordinario éxito teatral que fue trasladado posteriormente al cine, existe una violencia implícita, que el espectador intuye pero no ve. En ‘Sobre el caparazón de las tortugas’, sin embargo, hay una violencia explícita, la función navega por el crimen mientras se oyen tambores y Héctor defiende su fe. Las frases suenan como puñetazos y la tensión crece de manera casi imperceptible hasta apoderarse de todo. Desayunar en una cafetería cuesta 2,10 euros y Héctor mira distraídamente el móvil mientras le habla Alicia, pero el fuego que un día mató al padre de ella ha llegado hasta allí, y quizás los dos habiten ya el infierno en el que no creen. Colosal Raquel Pérez en un difícil papel cubierto de aristas. Nacho Guerreros nunca es sobre las tablas Nacho Guerreros sino el personaje que le corresponde. Nada tiene que ver este Héctor lleno de éxito y miseria con el homosexual luchador que se enfrenta a la vida y regresa a su pueblo ataviado con un maravilloso vestido rojo y zapatos de tacón a juego en ‘Juguetes rotos’, o con el risueño marido de ‘Milagro en casa de los López’, y menos aún con el entrañable Coque de la serie ‘Aquí no hay quien viva’. Excelente. Pero Ignasi Vidal y Shakespeare, decíamos. Héctor y Alicia se hicieron viejos antes que sabios, como el Rey Lear.
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