Este año 2023 se cumple una década desde que Adsur, la Asociación para el Desarrollo de la Sierra Sur de Jaén, a través de la consultora DarkSkyAdvisors, iniciara los trabajos para que nuestra comarca optase a convertirse en uno más de los espacios catalogados en el exclusivo grupo de regiones del mundo que cuentan con la certificación de su territorio dentro de la Iniciativa Starlight, la cual busca la puesta en valor y reconocimiento de aquellos lugares cuyo cielo nocturno aún preserva unos valores de oscuridad natural excepcionales, y donde la observación de firmamento pueda realizarse sin la molestia que supone el exceso de luz fruto de la contaminación lumínica. En dichos trabajos previos tuvo un importante protagonismo la Sociedad Einstein de Astronomía (SEDA) de Alcalá la Real. Finalmente, en el año 2014, la comarca logró el reconocimiento como Reserva y Destino Turístico Starlight, abriéndose grandes oportunidades para el desarrollo para el turismo astronómico o astroturismo. Sin embargo, a día de hoy, pocas de aquellas expectativas se han cumplido. Para hacer balance de esta década en la que, en ciertos aspectos, incluso se han producido retrocesos en la preservación de la calidad de nuestros cielos, entrevistamos a Francisco Montes, secretario de la Sociedad Einstein de Astronomía.
¿Creéis desde la sociedad Einstein que la declaración de la Sierra Sur como reserva Starlight ha servido para impulsar el astroturismo en la comarca o como atractivo turístico para atraer a visitantes a la misma? Los datos que desde la SEDA proporcionamos fueron esenciales para la declaración de la Reserva Starlight. Además de la medición del brillo del fondo del cielo mediante dispositivos SQM (SkyQuality Meter), homologados y calibrados por el departamento de Astrofísica de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), para conocer la calidad del cielo estrellado y que realizamos en diferentes puntos de la comarca, también aportamos estadísticas del cielo nocturno cubierto de nubes, transparencia atmosférica, lluvias, temperaturas, radiación UV… Estos datos llevábamos recopilándolos desde mediados de 2010, mucho antes de que nos otorgaran el distintivo de Reserva y Destino Turístico Starlight.
En cuanto al impulso del astroturismo diré que La SEDA lleva en esto desde hace mucho tiempo atrás, mucho antes de que este término moderno se implantara. Desde 1983 venimos realizando observaciones y actividades públicas, así que podemos decir que fuimos pioneros en el astroturismo y, si algo nos ha caracterizado desde siempre, es que divulgamos CIENCIA, y los que nos conocen lo saben bien. Parafernalia y circo lo dejamos para otros (sí, también existen, por desgracia).
La apertura del observatorio de La Pedriza supuso un salto de gigante para nosotros, a la vez que nos permitió revelar todo el potencial de la asociación,organizando y gestionando centenares de visitas cada año desde su inauguración en 2013 hasta su cierre en el año 2018.
Y en esas visitas detectamos que las personas no solo querían ver las estrellas y planetas, demandaban más información y saber sobre los objetos celestes observados y sobre el uso de los equipos e instrumentos. Así que, en las visitas al observatorio no nos limitamos a mostrar las maravillas del firmamento nocturno, sino que ofrecíamos una actividad integral al visitante: charlas, experimentos, audiovisuales, explicábamos cómo funcionaba un observatorio astronómico profesional, cómo detectábamos, registrábamos y analizábamos la entrada en la atmosfera de material interplanetario (meteoroides). Se hacía una visita por las instalaciones, detallando la instrumentación, la robotización del observatorio, los sensores astronómicos de la estación meteorológica o cómo funcionaba el reloj de sol instalado sobre la puerta del observatorio, para finalizar con la tradicional observación astronómica. Muchas visitas duraban más de 4 horas.
Y todo lo anterior sin partidas ni ayudas económicas por parte de ninguna administración pública (aquí recuerdo que el observatorio era y es de titularidad municipal). Tampoco tuvimos apoyo en materia turística por parte del Ayuntamiento, más allá de que disponíamos del uso y la gestión de las instalaciones de La Pedriza. Toda búsqueda de financiación para adquirir nuevos equipos e instrumental, marketing, publicidad, contactos con tour-operadores, colegios y otros colectivos de muy diversa índole para concertar visitas, al igual que convenios con varias universidades para realizar las prácticas de astronomía de sus alumnos y doctorandos se realizó con el esfuerzo, tesón y altruismo por parte de los miembros de la SEDA.
Con el cierre del observatorio todo aquel trabajo desinteresado, así como las expectativas generadas para atraer más turismo a la ciudad se perdieron. Actualmente, muchas otras comarcas y poblaciones están explotando las bondades y beneficios del astroturismo (incluso sin tener la calificación Starlight) con excelentes resultados y ya nos han “echado la delantera”. Es una lástima que aquí, en Alcalá la Real, que lo tenemos todo: instalaciones, instrumentación de primer nivel, el distintivo de Reserva Starlight, y lo más importante, personas ampliamente cualificadas y con experiencia demostrada que sabemos de lo que va esto del astroturismo, es increíble repito, que no seamos capacesde aprovecharlo. ¡Cuántas oportunidades seguiremos perdiendo hasta que los que mandan quieran apostar por ello! Alcalá la Real no solo tiene La Mota y el manido “mar de olivos” para ofrecer al viajero.
¿Creéis que se ha avanzado en la protección de nuestra comarca en aquellos aspectos que motivaron la declaración como reserva Starlight? No mucho, la verdad. Me atrevería a decir que, incluso, hemos retrocedido. La puesta en marcha del observatorio y posteriores actividades astronómicas ininterrumpidas hasta el 2018, propiciaron que, desde la Sociedad Einstein de Astronomía, se vigilara el cumplimiento de las normas que rigen una Reserva Starlight. La asociación proporcionó, incluso un “manual de buenas prácticas” a los técnicos del Ayuntamiento, para que se tuvieran en cuenta los requisitos que desde la OTPC (Oficina Técnica para la Protección de la Calidad del Cielo, del Instituto de Astrofísica de Canarias, que promueve el sello Starlight) deberían de cumplirse, sobre todo, a la hora de instalar nuevas luminarias. Actualmente, y comprobando los focos y farolas que últimamente se están instalado, desde la SEDA no detectamos interés por cumplir con los preceptos que requiere una Reserva Starlight. Y aprovechamos para advertir que, al igual que se concede el distintivo, se puede revocar el título si no se cumple con los términos y acuerdos del mismo.
¿Hay hoy más o menos contaminación lumínica en la comarca que hace diez años? Esta generación dejará de ver las estrellas desde ciudades de tamaño medio. Sirio, Vega, Arturo, Betelgeuse y quizá Capella. Esas serán las únicas estrellas que verán la mayoría de los habitantes de las ciudades del hemisferio norte antes de que acabe este siglo. Puede sonar algo alarmante, pero los datos están ahí: La contaminación lumínica crece un 10% al año. Y no solo hablamos de farolas. La contaminación lumínica horizontal, la luz emitida por escaparates o carteles y postes publicitarios, así como la luz reflejada por las fachadas de los edificios también opaca la vista del cielo y hace que “perdamos” las estrellas.
Los LED que irradian su luz en la zona azul del espectro electromagnético visible son los que más se instalan y están protagonizando la gran transición de la iluminación exterior, con esta tecnología LED sustituyendo a las clásicas lámparas de sodio ámbar o amarillas. Pero la luz azul es la más dañina porque es también la que más y mejor se dispersa por el cielo y a la que es más sensible el ojo humano por la noche.
Es muy lamentable que España esté situada a la cola de la UE en materia de legislación de la contaminación lumínica. Las administraciones locales deberían promover el apagar parcialmente la iluminación en las horas avanzadas de la noche para ahorrar recursos públicos y proteger la biodiversidad y el cielo nocturno.
Es hora de encender las ‘luces de emergencia’ ante este problema que no queremos ver (y nunca mejor dicho). No se trata necesariamente de iluminar menos (ni disminuir la seguridad), sino de iluminar mejor: donde hace falta, cuando hace falta y con el tono o temperatura de color adecuada. Por ejemplo, existen medios técnicos para apagar algunas farolas durante la noche y que solo se enciendan para iluminar la zona al paso de vehículos o personas. No tienen por qué estar encendidas todas y durante toda la noche cuando no hay nadie que necesite esa iluminación. Podría suponer un ahorro en el consumo de energía —y por lo tanto en la factura de la luz— de entre un 25 y un 75%.Tampoco debemos olvidar el daño al medio ambiente, con múltiples especies amenazadas y que están íntimamente ligadas al ciclo día-noche, que lleva acompañado a la biodiversidad de nuestro planeta desde hace millones de años.
Y si estas razones no fueran válidas, podemos hablar del impacto que supone, para nuestra salud, este “derroche lumínico”. Como la atmosférica y la acústica, la contaminación lumínica deja una huella negativa en la salud humana. Muchos estudios destacan las consecuencias inmediatas sobre el descanso. La luz artificial trastoca nuestro reloj biológico —nuestro circuito circadiano—, lo que conlleva desajustes en la segregación de melatonina, la hormona del sueño.
La elevada exposición nocturna a fuentes luminosas genera cansancio, nerviosismo y puede ocasionar trastornos del estado de ánimo como depresión, al perturbar el ciclo luz-oscuridad. Parece existir, además, una relación entre contaminación lumínica y mayor riesgo de padecer patologías como diabetes, obesidad o cáncer. La luz artificial sin control nos enferma.
Todavía estamos a tiempo de revertir la situación. Debemos abogar por una iluminación, tanto pública como privada, sostenible para lograr mejores entornos, a través de la luz, mediante la creación de espacios nocturnos en armonía, en los que la noche recupere su ancestral protagonismo.
Es imperativo reducir las emisiones de luz. De este modo, no solo se recuperarán los paisajes nocturnos, sino que se mejorará nuestra salud y la de los ecosistemas, favoreciendo al mismo tiempo la observación y disfrute del espectacular cielo estrellado.
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