Málaga

Albacete - Málaga CF: un suicidio con trescientos testigos (3-2)

El equipo de Pellicer paga muy cara la autoexpulsión de Luis Muñoz cuando logró remontar gracias a dos córners ante un Albacete muy superior

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El Málaga naufragó en el intento ante un dominante Albacete.

El enfado de Pellicer con la expulsión de Luis Muñoz fue tremendo.

Los más de 300 malaguistas que apoyaron en Albacete.

Lago Junior volvió a marcar, pero no sirvió.

  • Se volvió a fallar ante la atónita mirada de los 350 malaguistas que estuvieron apoyando en la grada

Es lo que sucede cuando vuelves a dispararte. Que juegas malherido, acabas desangrándote y puedes acabar muriendo. Contra el equipo más goleador de la Segunda División, el Albacete, que despliega un fútbol valiente que a veces es maravilla gracias a tipos como Manu Fuster, diamante de la categoría. El Málaga CF se desmoronó por culpa de la autoexpulsión de Luis Muñoz, que llegó justo después de ponerse 1-2 tras empezar perdiendo. Errores que desencadenan consecuencias fatales, un efecto dominó que acaba con una nueva derrota y otra semana más de estancia en descenso. Ya veremos a qué distancia.

Todo eso ante la atónita mirada de los 350 malaguistas que estuvieron apoyando en la cercanía, tras horas de viaje por carretera para volver a Málaga con otra decepción en el bolsillo. Vieron una película que les sonaba ya de antes. Con los errores de siempre, las expulsiones de algunas veces y el resultado de la mayoría de partidos.

El mediodía de domingo no pudo empezar peor. Tras los primeros minutos calma, llegó el varapalo. Como si fuese un dejá vù, porque esto ya lo había vivido antes el Málaga contra el Albacete, cuando en la primera vuelta se puso 0-2 en La Rosaleda en apenas seis minutos. Ahora, el verdugo volvió a ser el delantero Higinio, que aprovechó un error de Andrés Caro.

El canterano, que gozó de la titularidad, es un chaval con temple y personalidad, pero la Segunda requiere multiplicar tu concentración y tensión y no la tuvo para cuerpear con Higinio, que solo tuvo que meter un poquito el cuerpo para ganar la posición, quedarse solo ante Yáñez y definir con ayuda del palo (1-0, minuto 4).

El drama pudo continuar creciendo tan solo cinco minutos después, cuando Maikel Mesa se quedó solo en un mano a mano que quiso resolver con una vaselina que terminó tocando la red, pero por fuera. En diez minutos, el Málaga se había desparramado y el partido parecía estar en el minuto 90. Demasiado errores consecutivos. El Albacete, crecido y con una confianza abrumadora, estaba dispuesto a ir a por el segundo sin parsimonia.

Entonces apareció el comodín del balón parado, seña de identidad de Pellicer. Un córner sacado en corto fue una pared para que el balón volviera a las botas de Cristian. El marbellí la puso con precisión a la cabeza de Lago Junior, que incrustó el balón en la red (1-1, minuto 15). Celebración de puño cerrado, rabia y suspiro. El temporal de los primeros minutos amainó de la mejor manera. Uno por otro. 

Dio el susto Lago Junior, que se tendió en el verde pidiendo el cambio, pero logró continuar. También siguió el Albacete a lo suyo: llegando siempre con mucha intención, sobre todo por la banda de Manu Fuster. Cada centro al área era una punzada más a los centrales del Málaga. Ramalho y Andrés Caro estaban siendo demasiado blandos.

Nadie estaba preparado para lo que se venía. Porque en el Málaga no hay mal que por bien no venga. Tampoco hay bien que por mal no venga. Primero, lo bonito: el testarazo de Fran Sol al saque de córner de Cristian que supuso el 1-2. Segundo, lo perjudicial con la expulsión bochornosa de Luis Muñoz. El capitán primero empujó a Fuster en un pique que se saldó con una amarilla, pero siguió protestándole a Trujillo Suárez pidiendo que también le sacara cartulina a su rival. El árbitro canario, que también se calentó, le acabó echando.

El gesto de enfado de Pellicer fue el de todo el malaguismo. Se puede discutir, indudablemente, el bajísimo nivel arbitral de Segunda. Le sacaron cinco amarillas al Málaga en la primera parte (dos de Luis Muñoz)… habiendo hecho siete faltas. ¡Siete! Pero, ¿otra vez jugar con diez por un error infantil de no saber medir la tensión? Así es imposible competir. Aun así, se aguantó como se pudo hasta el descanso.

 

Lo imposible

La segunda parte iba a ser un reto de resistencia que pronto empezó a perder fuelle. Tras diez minutos de asedio, el Albacete encontró el talento individual de Manu Fuster, que recortó y chutó en mitad del desajuste malaguista para empatar el duelo (2-2, minuto 55).

Ahí se cayó el equipo, que ya solo tuvo un hilo de vida que le duró siete minutos, lo que tardó Dubasin en remontar al finalizar una jugada que fue la obra maestra de Fuster, con uno de esos pases que rompen defensas enteras. Tras revisión de VAR, gol válido y estaca en el minuto 64. 

Con el 3-2, miles de cambios a la desesperada. Rubén Castro, Chavarría, Fran Villalba… en busca de un milagro que nunca llega. El Albacete siguió amenazando, le anularon un gol y obligó a Yáñez a estirarse. Con el partido rotísimo, el Málaga se volcó, aunque con timidez y realmente fundido. Pudo sentenciar el equipo de Rubén Albés en mil y una ocasiones. Era Cristian la vía de escape para centrar y buscar ocasiones de debajo de las piedras.

Pero nada. Cuando juegas contra un rival y contra ti mismo, es doblemente complicado. La Primera RFEF asoma con cada vez más fuerza. Habrá que seguir remando hasta el final.

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