Carlos Saura, director de ¡Ay, Carmela! -mejor película de la V edición de los Premios Goya-, no podrá recoger en Sevilla la estatuilla de honor que le concedió la Academia de Cine español. La muerte, a los 91 años, de uno de los genios del Séptimo Arte en España le convierte, lejos de pretenderlo, en protagonista de la XXXVII edición de estos galardones que se celebra mañana en Fibes. Y es que Andalucía es para los Premios Goya como el Madrid para la Champions: de las últimas cinco ediciones, cuatro se han celebrado en la comunidad autónoma, en concreto en Sevilla (2019 y la inminente de 2023) y dos en Málaga (2020 y 2021). Por tanto, no puede haber más comunión entre los académicos y el territorio que por sus heterogéneas, seductoras e históricas localizaciones se convirtió en un gran plató desde el inicio mismo de la industria del celuloide.
A partir de las 22.00 horas -antes para los aficionados a ver el recorrido de los actores por la alfombra roja- TVE retransmitirá en directo la velada en la que se entregarán 30 Goyas, y solo dos de ellos, el Internacional y el de Honor, ya tienen nombre: Juliette Binoche y el desaparecido Carlos Saura. La XXXVII edición de estos galardones llevará, de nuevo, Andalucía a toda España ya que a esta emisión se le presupone una notable cuota de pantalla. De hecho, la ceremonia de 2022, celebrada en Valencia, tuvo un 22’9 de share y una media de casi tres millones de espectadores.
La gala servirá, una vez más, para poder reflexionar en voz alta sobre el cine. Falta hace. A la ya complicada situación de las salas de proyección, debido a la aparición de las plataformas multinacionales de servicios de streaming, se le sumó la pandemia que dejó a los aficionados al celuloide en casa. Los datos así lo reflejan. En 2019, año prepandemia, la taquilla total fue de 615 millones de euros mientras en 2022 se acercó a los 379 millones de euros. No es solo un problema del cine en España. Otros países europeos comparten esta incertidumbre.
La actual mezcolanza audiovisual también genera ciertas dosis de confusión. Ahora, cuando se estrena una película, uno no sabe si es en la gran pantalla o en una de las plataformas antes mencionadas y, si es en estas últimas, en cuál. También ha cambiado la manera de hacer cine. Antes era un auténtico Séptimo Arte. Se rodaba casi de forma artesanal, concluía la jornada y posteriormente se visionaba en sala el trabajo realizado. Ahora, en la era de las nuevas tecnologías, en el mismo sitio del rodaje se comprueba la grabación y posibles correcciones a realizar. La producción de largos se ha disparado, no digamos ya de series, pero el incremento de la oferta no ha traído de la mano un aumento proporcional de la calidad y la originalidad, cualidades que le sobraban al inolvidable Carlos Saura.
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