Cae la noche sobre una terraza abandonada de Argelia y Dominique aprieta contra su pecho a su bebé de pocos meses. Es la primera vez en su vida que pasa frío. En Costa de Marfil, donde ambos nacieron, el aire es cálido incluso al atardecer, pero ahora están muy lejos. Han recorrido varios países a pie, ellos solos, Moussa sostenido firmemente en la tela anudada a la espalda de su joven mamá. Han cruzado fronteras en busca de un lugar seguro para ambos. En la quietud de la noche, bajo las estrellas, Dominique abraza a Moussa, le da la teta, y se convierten en un espejo del cielo. Vía láctea: leche y camino.
Dominique ha tenido una infancia complicada. Desde los siete años vendía fruta en la calle para ayudar a su familia y hermanos pequeños. Cuando murió su padre, su madre la obligó a casarse con un hombre de familia rica. "Es como venderte. Yo tenía quince años y me casaron a la fuerza, si no me casaba me echaban a la calle. Esto era lo normal en mi país, ahora ha cambiado mucho porque muchas niñas prefieren morir antes que llegar a casarse. Yo no quería, pero no tenía a nadie que me apoyara".
Pasado un año de estar con aquel hombre y estando embarazada, Dominique ya no podía soportar más la que fue la peor época de su vida. "No podía hablar, no podía defenderme. Sentía que me moría. No hay palabras ni libertad para las mujeres, no tenemos derecho a expresar lo que llevamos dentro".
Se marchó a casa de su madre, donde dio a luz a Moussa. Lo que había vivido con su marido le había dejado una huella tan terrible que estana decidida a no regresar jamás a aquella casa, pero él volvía a buscarla una y otra vez, exigiéndole regresar. Amenazaba a su madre y exigía que le entregaran a Moussa.
"Cuando tenía tres meses me lo quitaron. Fui a la policía y me dijeron que no se meterían en cosas de matrimonios. Pasé tres días y tres noches sin dormir buscando a mi hijo. Una persona me ayudó a encontrarlo y me lo entregó a escondidas de la familia de mi marido. Me dijeron que algunas familias sacrificaban a niños varones en un bosque mediante un rito extraño. Entonces supe que allí no me podía quedar o perdería a Moussa para siempre, mi madre me dijo: Vete lejos, donde sea, protégelo".
Así que Dominique se amarró a Moussa a la espalda y partió hacia el viaje más arriesgado de sus vidas, en busca de la libertad. Atravesaron Mali, Mauritania, Argelia, Marruecos... Allí donde iban, Dominique trabajaba de lo que fuera: limpiando, lavando ropa, en el campo... siempre con Moussa a la espalda, parando a cada rato a darle la teta.
"En el camino encontré personas maravillosas, me dieron alimentos y mantas. Algunos me acogieron unos días y luego continuaba mi camino. Yo quería llegar a España para estar segura, porque en cualquier momento la familia de mi marido podía llegar a donde yo estaba sin visado y quitarme a mi hijo. Lo primero que hice al llegar a España fue preguntar a la policía si me podían proteger a mí y a mi hijo. No quiero volver a levantarme un día y que mi hijo no esté. Iría hasta el fin del mundo hasta encontrar un lugar en el que nos sitamos seguros. Aquí en España no van a dejar que un hombre me maltrate, ya sea mi situación irregular o no, me aseguraron que nos protegerían a mí y a mi hijo. Aquí se llama libertad".
Moussa no conoce esta historia, ni a su padre. Ahora que va creciendo, a veces pregunta a su madre por las profundas cicatrices que marcan algunas zonas de su cuerpo. Dominique siempre intenta cubrirlas para que él no las vea.
Ahora trabaja limpiando en un restaurante. "Me siento muy feliz. Me gusta ser independiente, no tener que depender económicamente de un hombre. No me gusta pedir, desde los siete años aprendí a buscarme la vida y lo seguiré haciendo. Soy una persona positiva, confío en mi suerte. La negatividad no existe para mí, en mi mente me digo: Lo puedo conseguir y lo conseguiré. Me levanto como siempre y sigo adelante".
Dominique manda dinero siempre que puede a su madre y a su sobrina de once años, la hija de una hermana gemela de Dominique que falleció. "Quiero que mi sobrina tenga un futuro mejor. Me gustaría que fuera a Francia o a Suiza... se acerca a una edad que me preocupa, porque yo ya sé lo que pasa. Su madre y yo vivimos cosas de las que no puedo ni hablar, pero su vida tiene que ser distinta. Quiero que venga a Europa, que estudie, que sea libre y feliz".
Después de cinco años en España, Dominique habla muy bien español, a Moussa intena hablarle siempre en francés, bambara o en su dialecto natal, koyaka, y él lo entiende, pero siempre responde en español. Moussa quiere científico, inventar cosas. Es un niño travieso y curioso. Le gusta el colegio y los superhéroes.
"Siempre le digo a Moussa que valore lo que tiene: comida en el plato, ropa, un cuarto para dormir, sus estudios, su colegio... ¡si yo hubiera tenido todo eso de pequeña! Yo aprendí a escribir en la calle, mis amigos que iban al colegio me enseñaron. Me gustaría estudiar, me rompieron ese sueño, me hubiera gustado ser médica porque mi hermana gemela murió de una enfermedad para la que no pudimos pagar tratamientos".
Aunque es muy difícil compaginarlo con el trabajo, desea seguir formándose, mejorar con el uso del ordenador y hacer cursos online, aprender muchas cosas. También le gustaría poder volver de visita a África para que Moussa conozca a su familia, pero teme que la familia paterna la siga buscando.
"Quiero ser valiente, tengo derecho a poder volver a mi tierra, a no huir de nadie. Ahora he llegado al final de mi camino, ahora sí puedo hablar, sin esconderme, sin miedo. He tenido toda la suerte del mundo al encontrar a CEAin, hablo español gracias a las clases de mi profesora Ruth. Cada vez que lo necesito, alguien está conmigo, todos me escuchan, todos me ayudan. Esa es la cosa más maravillosa que le puede pasar a una persona: que haya oídos para escucharte, boca para aconsejarte y personas para acompañarte. Yo aquí no tengo familia, mi familia sois vosotros".
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