Navidad suena a familia, pero también a solidaridad, a adhesión y apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles. Y, lamentablemente, el año que nos deja, 2022, ha estado marcado por la barbarie de una guerra como la de Ucrania tras la invasión rusa y que obligó a desplazarse y huir del país a más de 7,8 millones de refugiados para buscar protección. Y por supuesto, Vejer no ha sido ajeno a este drama. De hecho, en la localidad aún permanecen dos familias, además de otras en El Palmar y en San Ambrosio, las cuales pasarán las fiestas aquí, alejadas de algunos de sus miembros y añorando regresar a la vida que dejaron atrás.
Ellos no quieren quedarse aquí. Su principal problema es que no tienen la intención de arraigarse aquí, pero no porque no les guste o les caigamos mal, sino porque tienen su cabeza allí. Son refugiados bélicos, no económicos. Salen de su país para sobrevivir. Solo piensan en volver, piensan en sus pY en Vejer, una de las personas que más se ha involucrado en ofrecer ayuda y en aunar el rechazo a la agresión rusa es Dominika Paradiso, vecina de origen polaca que lleva quince años asentada en el municipio.
Dominika, que ya es ciudadana española, trabaja en el sector turístico, en el Hotel La Botica. Vino de vacaciones en dos ocasiones y “me enamoré del pueblo. No ha sido ni por amor, ni por dinero, fue porque pensé que era el cambio de vida que necesitaba en ese momento”.
Está plenamente integrada en la sociedad vejeriega, “sobre todo a través del Bar Trafalgar, que es como mi segunda casa, es un sitio muy especial y desde donde hemos hecho muchas cosas en común. Vamos, que no vivo en una burbuja de extranjeros”.
Su origen polaco explica, en parte, su compromiso con Ucrania… “me toca muy de cerca”, aún así, nos comenta que se involucró de llenó debido “como siempre a una serie de casualidades. La invasión daba comienzo el 24 de febrero. Al día siguiente estuve hablando con mi compañera de trabajo, Elisa, quien me preguntó si había alguna concentración de repulsa… le dije que no y que ese conflicto me parecía fatal. Su contestación fue que me tocaba”.
“Total que junto a ella organizamos una concentración en dos días, el primer domingo después de que estallara el conflicto. A la Plaza de España acudió muchísima gente apoyando el mensaje de no a la guerra de Ucrania”, recuerda.
Ese fue el detonante de lo que vino después. “Conocía unas chicas en Tarifa quienes a través de una ONG iniciaron una campaña de recogida de enseres para enviarlas a Ucrania. Los primeros días era todo muy caótico y ahora, desgraciadamente, hemos aprendido a vivir con la guerra. En esos momentos la guerra era más cruda y había muchas carencias. Así que les pregunté si aceptarían una furgoneta con enseres desde Vejer y me dijeron que por supuesto”.
Inmediatamente “hablé con los compañeros del PSOE que me dijeron que sin problemas podía hacer uso de la Casa del Pueblo” e inició la campaña de recogida de enseres.
El pueblo se volcó en la campaña
Una campaña que tuvo una gran acogida. De hecho, “no me esperaba tantísima solidaridad. Fueron dos o tres semanas en las que se involucró toda la sociedad vejeriega con comida, ropa, medicinas… Me emociono al recordarlo porque fue absolutamente increíble. Estamos acostumbrados a ver las cosas de negativas, pero la realidad es que en mitad de ese desastre aparece gente buena”.
Al final “mandamos tres toneladas desde Vejer a Tarifa y de ahí, en un tráiler, hasta Polonia y luego a Ucrania. Luego realizamos otra campaña y en ese periodo de tiempo, en mitad de la locura logística, aparecieron dos mujeres en la sede. Sacaron sus pasaportes ucranianos y nos dicen, en ucraniano, que buscan casa. Yo entiendo algo de ucraniano y me quedé a cuadros”.
Y siguen las casualidades. Las dos mujeres entraron porque vieron en la puerta de la sede una bandera de Ucrania. Además, casualmente “tengo un apartamento con la intención de alquilarlo y se lo cedimos a la familia de la que forma parte también un hombre, algo extraño porque no podían salir. En su caso sí, porque es mayor y está jubilado. Así empezó la aventura”.
Esta familia, que aún permanece en el apartamento, llegó a Vejer “tras cinco días de viaje en coche. Y acabaron aquí porque trajeron a unos niños cuyos padres vivían en El Palmar”.
La hija, que es monitora deportiva, “se quedó en Kiev al cuidado de esos niños y cuando estalló la guerra, los padres que estaban aquí le pidieron que por favor les trajesen a sus hijos”.
Y claro, “les dije que aquí tenían su casa. Los compañeros del partido se hicieron cargo de sus suministros durante los primeros meses, además de contar con otras donaciones”.
Ayuda desde la Administración
Dominika, además de alabar la solidaridad de la sociedad vejeriega, también destaca el hecho de que “las administraciones se hayan portado estupendamente, al menos en estos casos. Todo el proceso, el papeleo, ha sido impecable. También a la hora de que tengan acceso a la sanidad pública. En el Centro de Salud de Vejer se les atendió con diligencia y les sacaron las tarjetas sin problemas. La parte oficial, la administrativa, ha funcionado perfectamente”.
Al cabo de un tiempo también tuvo conocimiento de otra familia de cinco miembros que llegó a Vejer. “Eso ya eran palabras mayores porque había tres niñas que necesitaban escolarización”, pero “al final, tanto el instituto como los colegios se han portado estupendamente. Solo tengo palabras de agradecimiento”.
Ahora ambas familias, económicamente, “se las está apañando, pero al principio venían con poco dinero y las cuentas bloqueadas. Las primeras semanas la gente fue muy generosa con ellas. Ahora ya no es tan necesario”.
Además, “la familia de cinco miembros, tanto la mujer, que está aquí, como su marido, que está en Ucrania, teletrabajan. Y en la otra familia, la chica que es monitora deportiva se ha ido a Marbella a trabajar y durante el verano estuvo trabajando aquí. Es gente preparada”.
A Vejer llegaron tres familias, dos permanecen aquí y otra regresó a Ucrania, y es que, como nos explica Dominika, “ellos no quieren quedarse aquí. Su principal problema es que no tienen la intención de arraigarse aquí, pero no porque no les guste o les caigamos mal, sino porque tienen su cabeza allí. Son refugiados bélicos, no económicos. Salen de su país para sobrevivir. Solo piensan en volver, piensan en sus padres, maridos y hermanos que están allí. Es una tortura vivir así”.
“Aprecio muchísimo la fortaleza de estas personas porque tienen que abordar el día a día de forma que no enloquezcan”, relata emocionada Dominika, quien, evidentemente, mantiene contacto continuo con las dos familias que viven en Vejer, “sobre todo con la que vive en mi casa”.
Para ayudar a su estancia, “ahora el Gobierno Central ha diseñado una ayuda de 400 euros al mes por adulto para aquellas personas que se encuentran fuera del sistema oficial de acogida y que no cuenten con medios, como es el caso”.
Dominika nos explica que “llegando como refugiado o desplazado, tenías dos opciones, ir al CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado) y entrar en el sistema oficial de recogida, o buscarte la vida por tu cuenta”.
A través del CEAR, el estado les garantizaba alojamiento, curso de idiomas y orientación laboral, a través del sistema oficial.
Esta ayuda para los que están fuera del sistema oficial “también es una medida para quitar presión en los centros de acogida y la está tramitando la Junta. En Madrid y Cataluña ya se está solicitando”.
En la actualidad, “les estoy ayudando para que puedan acceder a esa ayuda.
Los problemas a los que se enfrentan
En cuanto a los principales problemas a los que se enfrentan estas familias, está la vivienda. De hecho, “una de las familias se tuvo que ir a Cádiz porque aquí en verano es imposible acceder a una casa”.
Otro problema es el idioma y la conciliación porque básicamente “son mujeres y suelen trabajar en la hostelería. Una labor que deben compaginar con el cuidado de los niños”.
Los refugiados mantienen contacto diario con Ucrania. “Lo primero que demandan es wifi y una tarjeta de móvil”.
Entre ese contacto diario, las noticias y lo que comentan en los distintos foros que han creado, “tienen fases de euforia y de tristeza… y ya nos estamos dando cuenta que esto va para largo. Es duro, son muchos altibajos”.
Por eso otra necesidad es mejorar el apoyo psicológico, tanto para los refugiados como para ayudar a las personas que los acogen. Personas que muchas veces se sienten mal, cansadas porque deben lidiar con situaciones muy duras que requieren ayuda profesional “porque ellos están realmente están mal. Como amigo puedes ayudar, pero hace falta ayuda profesional”.
Un invierno duro
Desde hace unas semanas, Rusia ha recrudecido sus ataques a las infraestructuras energéticas ucranianas, con lo que “ha comenzado otra ola de refugiados” que huyen de la guerra y de la dureza del invierno.
Por esa razón, Dominika está pensando en iniciar una campaña para recolectar dinero para la compra de generadores. “Un generador puede salvar la vida a una familia”, afirma.
Dominika nos explica que “lo curioso es que a medida que pasa el tiempo, cada vez hablamos menos de cuándo volverán para no abrir la herida, pero su idea es volver. Quieren recuperar sus vidas. Aunque tenemos la sensación de que va para largo”.
Sobre cuándo piensa que podría concluir el conflicto, asegura no tener ni idea, pero “deseo que termine cuanto antes. La guerra solo lleva a destrucción. Pero conociendo esa realidad creo que va para largo. Puede que haya algún milagro de alta política, quizás con la mediación de China. En mi caso, les deseo de corazón que puedan volver y reconstruir su país, porque si caen ellos, nosotros seremos los próximos”.
Pero para concluir con un mejor sabor de boca, Dominika quiere de nuevo destacar la enorme solidaridad del pueblo vejeriego. “La disponibilidad ha sido como un milagro… te hace pensar que hay esperanzas y que hay gente buena”.
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