El Ministerio Fiscal volvió a reclamar ayer diez años de prisión por un delito de homicidio para la niñera boliviana acusada de dejar solo durante casi 48 horas a un niño de ocho años con parálisis cerebral que murió en su ausencia por falta de asistencia, si bien introdujo una modificación en sus conclusiones en la que puso de manifiesto que en caso de que el jurado popular no considere a Irene C. C. culpable de homicidio sea condenada alternativamente a dos años de prisión por imprudencia.
En la segunda sesión de la vista oral la acusación particular, por su parte, elevó a definitivas sus conclusiones, solicitando diez años de cárcel para la acusada, mientras que la defensa reclamó la absolución, aunque también introdujo una modificación en sus conclusiones, entendiendo que si su cliente debe ser condenada sea por falta por imprudencia leve con resultado de muerte o falta por imprudencia grave con el mismo resultado.
En el juicio, un psicólogo que atendió a la procesada cuando ésta estuvo en prisión provisional aseguró que la acusada es una persona con un nivel intelectual normal-bajo que carece de "iniciativa, independencia y autonomía" y que, según relató, tiende a "sobrevalorar" las consecuencias negativas de los hechos. En esta línea, dijo que la inculpada es una persona "inmadura", cuyo afán último era conseguir la llave que había entregado a un recién conocido en una discoteca.
A su juicio, a Irene C. C. le influyó "el miedo" a la Policía tal y como ella defendió en su declaración, cuando dijo que era "consciente" de que "algo podía pasarle al niño", aunque "no la muerte".
Por otra parte, la autopsia al menor confirma la muerte del pequeño de ocho años por deshidratación, provocada por la falta de comida y, sobre todo de líquido, pues, según el forense, "hasta una persona adulta en verano en Sevilla puede morir si pasan 48 horas sin beber".
Asimismo, uno de los médicos que atendió al menor explicó que "no era necesario" un conocimiento especializado para el cuidado del menor, sino que requería cuidados de la vida diaria, "como los de un bebé".
Declaración de la acusada
En su declaración del lunes, la acusada relató que fue contratada en el mes de junio de 2006 para "atender las labores de la casa" y para "dar de desayunar y llevar a la parada del autobús a dos de las hijas menores del matrimonio". En este sentido, explicó que a la semana de entrar a trabajar comenzó a dar de "comer y beber" a la víctima, un niño de ocho años totalmente dependiente por su enfermedad que "no podía moverse ni hablar".
Los fatales hechos ocurrieron mientras los padres se encontraban de viaje familiar en Ceuta a finales del mes de agosto de 2006. Irene salió a bailar a una discoteca en la noche del sábado tras dejar dormido en casa al pequeño. En este orden de cosas, entregó las llaves a un conocido de Ecuador, ahora fallecido, al que perdió de vista.
Así las cosas, la procesada aseveró que estuvo buscando al joven durante toda la noche y durante todo el domingo por la Macarena, ya que era el único dato que tenía del recién conocido, que vivía en ese barrio. A preguntas del fiscal sobre si no se le ocurrió llamar a la Policía, la inculpada dijo que sí, pero no lo hizo "porque tenía miedo", dado que su estancia en España no estaba regularizada en aquel momento.
Ya en la noche del domingo, Irene recibió una llamada de los padres del pequeño para preguntarle cómo iba todo. "Les dije que estaba todo bien porque yo pensaba que encontraría las llaves", añadió.
El lunes por la tarde regresaban a Sevilla sus jefes e Irene, que volvió a recibir una llamada de éstos, les dijo "llorando" que su madre, que estaba en Bolivia, "había muerto". "Llegué a casa por la noche y la Policía, que me detuvo, me dijo que el pequeño estaba muy grave en el hospital", apostilló la acusada, que concluyó que ella pensaba "que podía estar mal" pero "nunca" pensó que "podía morir".
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es