Notas de un lector

Luna poética, luna amiga

Coincidiendo con los cuarenta años de la llegada del Hombre a la Luna, han sido muchos los recuerdos y homenajes que han tenido como protagonista a este grandioso acontecimiento, que despertó el entusiasmo de tantas generaciones y que, en cierta medida, cambió la historia de la humanidad. -Valga recordar “Objetivo: la Luna”, editado por Planeta, y donde el periodista norteamericano Dan Parry realiza un pormenorizado relato de toda la misión lunar-.

Desde aquel 20 de julio de 1969 en que el ser humano pisase por vez primera este bello astro, situado a 384.00 kilómetros de la Tierra, y en que el Apollo 11 finalizara con éxito su inimaginable cometido, la humanidad ha seguido muy de cerca los nuevos descubrimientos en torno a la Luna. Tal vez, porque aquel primer y memorable viaje, sació nuestra sed de llegar más lejos y de atravesar remotas galaxias, pero dejó cierta insatisfacción respecto a los secretos que escondía tal escenario cósmico.


Deudor, a su vez, de esta atractiva efeméride, ve la luz “Poemas a la luna” (2009), un cuidado volumen que Edelvives pone en nuestras manos con su habitual buen hacer. En esta ocasión, continente y contenido se conjugan de manera exacta, pues junto a la sugerente antología de poemas seleccionados, aparecen las espléndidas ilustraciones de Gianni De Conno -reconocido dibujante milanés, con galardones tan prestigiosos como el Communication Arts Award of Excellence o la Gold Medal of the Society Of Ilustrators of New York-, que ha sabido dotar del propicio y lírico cromatismo todas sus composiciones.

Un escogido elenco de los mejores poetas de la literatura universal componen esta sobresaliente compilación -traducidos por siete notables traductores-, cuya edición bilingüe, permite adentrarnos con mejor criterio en la esencia de los textos elegidos.
“La luna será siempre para los poetas, y creo que también para la gente normal, la misma luna”, afirmó Giuseppe Ungaretti el mismo día del alunizaje. Y aquí y ahora, el lector sabrá el porqué de tan certera sentencia.

Los blancos versos de Christina G. Rossetti, el dulce cántico de Emily Dickinson (“Todo lo que perdemos se lleva algo de nosotros;/ pero siempre nos queda alguna mácula/ que, como la luna, una noche túrbida/ se ve arrastrada por las mareas”), la savia creadora de Goethe y Lord Byron, las voces luminarias de P.B Shelley y Safo, el romántico lamento de Shakespeare, el decir infinito de García Lorca y Wang Wei, la extrema concisión de Basho (“Primera nieve:/ acariciando el suelo,/ la luna de bambú”), el verbo alado de Whitman y Leopardi, (“¿Qué haces, luna, en el cielo? ¿Qué haces, dime,/ silenciosa luna?/ Apareces de noche y,/ contemplando desiertos,/ al fin desciendes./ ¿Aún no te colmas/ recorriendo las calles sempiternas?/ ¿Aún no te abruma, aún te complace/ admirar estos valles?), consiguen que este florilegio sea un auténtico regalo para nuestros sentidos.

Luna nuestra, en suma, de ayer y de hoy. Luna poética y futura. Luna amiga. Siempre.

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