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CinemaScope

Mike White, el retratista del mundo moderno

A Mike White se le puede criticar el punto de partida para retomar el universo de The White Lotus, pero no su inteligencia al concebirla

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The White Lotus fue una de las miniseries más atrevidas y divertidas del pasado año, pese a su escasamente original punto de partida: retratar las vidas de una serie de personajes que llegan a un resort de lujo en Hawaii.

Aquel trabajo rebosaba mala leche en cada capítulo y contaba con un director de orquesta inolvidable, el director del hotel encarnado por Murray Bartlett, pero todo quedaba ahí. Fin de la historia.

Y sin embargo, HBO ha hecho algo tan arriesgado como intentar repetir el resultado con una especie de secuela que no es tal -solo repite el personaje de Jennifer Coolidge-, aunque repita título, esquema y punto de partida: The White Lotus, ahora ambientada en Sicilia, en otro hotel de la supuesta cadena hotelera de lujo, y con el anuncio inicial de la muerte de varios huéspedes en el mar, para retroceder una semana atrás para conocer los hechos que han desencadenado el incidente. Y su creador, Mike White, no solo ha asumido el reto, sino que se ha superado a base de inteligencia, sin renunciar ni a la mala leche, ni al atrevimiento, ni al humor.

Así, si en la primera entrega parecía inspirarse en aquella famosa frase de Léon Bloy -“basta con ver la cara de cualquier millonario para saber lo que piensa Dios del dinero”-, por su despiadado retrato de la mísera conducta que parece guiar las vidas de sus privilegiados protagonistas, en esta segunda parte va más allá para reivindicarse como un extraordinario retratista de la sociedad contemporánea: todos somos víctimas o cómplices de la deriva emocional e intelectual de un mundo construido a base de cortapisas, correcciones y autocorrecciones constante, y de una levedad insultante.

Y White disfruta soltando mandobles no solo a la exultante hipocresía de los clientes del hotel, sino a la aceptación -más bien rendición- propia -de todos- ante determinados clichés que han empezado a dominar nuestras conversaciones y nuestros actos.

El autor de la también celebrada Iluminada lo consigue a través de un excelente guion, apoyado en su siempre elegante puesta en escena -aquí poseída por la fuerza de la naturaleza de los paisajes de Taormina y Cefalú- y en un reparto extraordinario en el que no solo es capaz de contener a F. Murray Abraham, sino que encumbra a descubrimientos como los de Aubrey Plaza, Haley Lu Richardson y, apunten su nombre, Simona Tabasco.

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