El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, reapareció en público este sábado, por primera vez desde que fue derrotado en las urnas por Luiz Inácio Lula da Silva, y lo hizo en una ceremonia militar, en la que permaneció en silencio.
Bolsonaro encabezó un acto de graduación de nuevos cadetes de la Academia Militar de las Agujas Negras, en la ciudad de Resende, en el interior del estado de Río de Janeiro, en la que él mismo se formó como militar en 1977.
Estuvo acompañado por el vicepresidente Hamilton Mourao, el ministro de Defensa, Paulo Sérgio Nogueira, y los titulares de las carteras de Secretaría General, Luiz Eduardo Ramos, y Seguridad Institucional, Augusto Heleno, todos ellos generales que llevó al Gobierno que acabará el próximo 1 de enero y al que le dio un marcado acento castrense.
A las puertas de la academia militar se congregó un pequeño grupo de activistas de ultraderecha que apoyan a Bolsonaro y que, desde la victoria de Lula en las urnas, se manifiestan frente a los cuarteles para exigir un golpe de Estado que impida la investidura del líder progresista, pese a que han sido totalmente ignorados por los generales.
Bolsonaro no había asistido a ningún acto oficial desde el 30 de octubre, cuando se celebró la segunda vuelta de los comicios, que Lula ganó con una ajustada diferencia de 1,8 puntos porcentuales.
Desde entonces, estuvo recluido en su residencia oficial en Brasilia, de la que sólo había salido un par de veces para ir hasta el Palacio presidencial de Planalto, pero sin ningún contacto con la prensa ni con sus seguidores.
También, desde que perdió los comicios, el líder ultraderechista ha silenciado sus redes sociales, en las que había sido muy activo en los últimos años.
Esta semana, el Partido Liberal (PL), que apoyó su frustrada candidatura a la reelección, presentó una demanda ante la justicia electoral en la que pidió anular parcialmente el resultado de los comicios ganados por Lula, alegando supuestos problemas en parte de las urnas electrónicas usadas para la votación.
Fue rechazada por el Tribunal Superior Electoral, que además impuso una elevada sanción pecuniaria al PL por lo que calificó de "litigio de mala fe", pues el partido de Bolsonaro no aportó ningún "indicio serio" sobre las presuntas irregularidades denunciadas en las urnas.
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