Jamás permitió que un camarero suyo tuviera bigote o las uñas sucias. Creó escuela y fue el catering español de referencia durante varios lustros. Decir sólo Alfonso es hablar de un adelantado a su tiempo y de un referente de la hostelería de todos los tiempos. Desde Jerez, junto a su hermano Antonio, construyó un imperio que aún hoy perdura de la mano de la segunda generación.
Sirvió a reyes, a jefes de Estado, a la jet set, a artistas, deportistas y toreros. De todos, la que más le sorprendió fue Lady Di, a la que sirvió en el Alcázar de Sevilla.
Pero el salto de calidad lo dio cuando entro a trabajarle en exclusividad a la bodega Domecq en sus mejores años.
El mejor consejo se lo dio su padre: "me dijo que no me lo creyera, y sigo sin creérmelo".
De la hostelería actual reconoce que "no es fácil encontrar el personal adecuado, porque es una profesión muy sacrificada. Pero tanto antes como ahora, el éxito ha sido pagar más de lo que todos pagan".
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