Sin embargo, lo peor de esta situación no es que en un momento concreto se haya podido pensar que era necesario un relevo o porque el cambio generacional que debería llevar cada refundación haya pesado más que el seguir apostando por un líder nato, sino que ha sido la moción de censura en Chiclana la que ha desatado toda esta crisis interna, una cuestión importante a nivel provincial, pero menor en el panorama andaluz. Es decir, que un simple problema --Pacheco ya había dejado claro que no respaldaba la propuesta-- ha sido capaz de dinamitar a un partido débil que sigue buscando cuál es su espacio en el panorama político autonómico.
Pero la historia de los partidos está llena de traumas, de finales de épocas y de caída de ídolos que parecían inamovibles sin que por ello estos partidos hayan acabado desapareciendo, aunque también este tipo de crisis se ha llevado por delante a más de una formación. Por eso, el reto del PSA ahora mismo no debe ser ver cómo supera esta situación traumática, sino asumirla cuanto antes, reconocer que el final de Pacheco como secretario general del PSA no es más que un paso más en su refundación y empezar a depender de sí mismo y no sólo de un referente que ya se había quedado obsoleto.
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