—¿Cómo transcurrió su infancia?
—Nací en el Patio Fortea del barrio de San Isidro de Algeciras. Pero realmente hasta los diez años me crié en la calle Panadería, porque me quedé huérfano cuanto tenía meses. La madre de mi padre me recogió y fui dentro de lo que no es tener madre biológica un niño muy feliz. Mi abuela tenía sus hijos y yo era uno más. Fui al colegio de Silva y después pasé a La Bajadilla.
—¿Cómo era aquella Algeciras de su infancia?
—Preciosa, bonita, romántica con esas puertas de las casas totalmente abiertas con tan sólo cortinas. Desgraciadamente hoy día eso no puede ser por las circunstancias de inseguridad que todos conocemos.
—¿Cuándo comenzó a trabajar?
—Con catorce años entré como aprendiz en la farmacia de San Isidro de Manuela Bartolomé. La madre de doña Manuela me mandaba a comprar a la tienda de Troya, pero yo me negaba porque no era un recadero sino un empleado de farmacia.
—¿Hizo el Servicio Militar?
—Lo hice como voluntario y si se pudiera repetiría el campamento, porque tengo muy gratos recuerdos porque éramos un grupo de amigos que lo pasamos muy bien. Después vine e hice la mili en el Regimiento de Artillería 5.
—¿Cómo le fue?
—Entré en el botiquín ayudando y me fue muy bien, porque llegaban compañeros y a pesar de ser auxiliar siempre tenía un ojo clínico bastante bueno. Lo mismo me ha pasado en la farmacia, porque cuando no había un ATS a mano yo he inyectado e incluso más tarde abrí boquetillos para piercing.
—¿Mucho apego al barrio?
—He pasado toda mi vida en esa barriada hasta que se traspasó la farmacia a otra titular, Y estuvimos allí con esta licenciada un año más. Pero como la farmacia no era rentable en el barrio se trasladó al barrio de San Bernabé.
—¿Cómo valoraría su periodo laboral?
—Allí siempre me han querido mucho y desde chico me llamaban Antoñito. Es curioso porque hasta casi a punto de jubilarme, han venido niños chicos diciéndome --Antoñito me ha dicho mi abuela que me de esto o aquello--. Empecé aprendiendo desde la base de aquella época, con médicos que tenía una caligrafía muy difícil de entender.
—¿Muchas anécdotas?
—Bastantes y recuerdo una muy graciosa porque vino al Ambulatorio Menéndez Tolosa un médico mayor procedente creo de Extremadura. Era tan buena persona que recetaba todos los cartones de medicamentos que le presentaban. Tanto es así que un día debido a su caligrafía me vi loco para entender lo que ponía.
—¿Tan mal escribía?
—No entendía lo que ponía, por lo que le pregunté al cliente si lo sabía, contestándome que era normal que no lo entendiera, diciéndome: "Le he metido entre los cartones de las medicinas que me tenía que recetar, una etiqueta de una camisa".
—¿Las guardias de entonces eran muy duras?
—Me he tirado guardias de 28 horas, porque eran de 24 horas más 4 horas del día después. Me han ocurrido muchas anécdotas porque me han pedido de todo. Y por desgracia iban muchos chavales a por jeringuillas, siendo una verdadera pena. A veces me molestaba si me despertaban de madrugada, pero comprendía que con una jeringuilla nueva no se iban a infectar.
—Los avances en productos farmacéuticos han sido espectaculares.
—Antes todo se remediaba con vitaminas, calcio veinte y cosas de esas. Y por cualquier tontería se inyectaban antibióticos, pero hoy si no es con receta médica no se venden, igual que los ansiolíticos como el valium.
—¿Algún problema grave en la farmacia?
—Un chaval joven que había salido de la cárcel me sacó una navaja. Llegó a la farmacia a que le diera Roynol. Aquél día me envalentoné y salí fuera a pedir auxilio.
—¿Las farmacias hoy son más seguras?
—Hoy una farmacia es más segura pero parece que es una cárcel con esas cristaleras, ventanas y cámaras. Cuando cambié de farmacia de San Isidro a San Bernabé aquello era otro mundo para mí. Me encontraba desplazado totalmente habiéndolo pasado fatal hasta con la informática. Tanto es así que me vi a los sesenta años aprendiendo con chuletas y me he equivocado a veces con las recetas electrónicas.
—¿Algún reconocimiento del barrio hacia usted?
—En San Isidro tenía en la farmacia unas sillas y algunos vecinos como María La Torera, El Lirio, Cerrato, los hermanos Rebolo Esteban y Pepe, Joselito iban a diario a sentarse conmigo. La Asociación de vecinos de San Isidro presidida por Mario Cáceres, me entregó una placa en reconocimiento por los años de servicios y atención a los vecinos.
—¿Feliz y contento?
—Siempre he dicho que era el hombre más feliz de esta vida, porque tenía un trabajo estable, una mujer que me quería mucho y cuatro hijos estupendos.
—Hace años no todo el mundo tenía paga social y ni Seguridad Social.
—Eso fue una cosa muy buena que hizo Felipe González, hasta el punto que mí padre estuvo muchísimos años trabajando en la hostelería y cuando echamos manos no estaba dado de alta por ningún lado. Al PSOE le agradezco que en aquel tiempo pusiera una paga social.
—¿Cómo se encuentra política, social, económicamente... Algeciras?
—El paro es lo más preocupante y no le vamos a echar la culpa sólo a los políticos de aquí. En cuanto a otras cosas como por ejemplo los políticos de segunda no me valen, porque cuando elijo a un político para alcalde, pero suelta la alcaldía cogiéndola un segundón, a mi eso no me vale. Y es el que está ahora.
—¿Qué actitud ha tomado con respecto a su partido el PSOE?
—He sido y seré siempre un hombre de izquierda. Pero reconozco que cuando se equivocan en política se debe rectificar. Un hombre, un político en San Isidro de primera línea en su día me ayudó mucho. Sin embargo, hace muy poco presenté la dimisión como militante del PSOE, al estar totalmente en desacuerdo con la política municipal que se realiza en Algeciras.
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