A Pepa Soto la pasión por el taxi le viene en los genes. Su padre se dedicó al oficio muchos años y además su familia paterna, los Paula, tenían fama de grandes cocheros.
En una profesión dominada todavía por el hombre, Pepa aporta sensibilidad, arte y grandes dosis de empatía con el cliente.
Su otra gran pasión es la comida, cimentada en la costumbre de haber comido siempre muy bien, porque su madre es una espléndida cocinera.
También trabajadora, en este caso de la desaparecida fábrica de botellas, recuerda que "en casa siempre comíamos a las cuatro, porque hasta esa hora no volvía mi madre desde las seis de la mañana en la fábrica".
Su plato preferido, la tortilla de patatas, por supuesto de su madre.
Con ella nos hemos sentado a mesa y mantel en el Maypa, donde además de disfrutar de un estupendo almuerzo, lo hemos hecho también con su sentido del humor.
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