Posiblemente uno de los temores de Cánovas del Castillo era que Málaga se le rompiese en dos, la Málaga del este, la de los comerciantes, de los mercaderes y de la burguesía, y la del oeste, la de las industrias de altas chimeneas y de los barrios obreros y deprimidos. Su apuesta fue crear una bisagra mediante un relleno ganado al mar que hoy sostiene el Parque de Málaga. Más de un siglo después esa fragmentación territorial sigue existiendo, entre otras razones porque la charnela que debía ser el Centro se ha convertido en un parque temático inhabitable para los autóctonos. Las diferencias sociológicas entre el oriente y el occidente de la ciudad son muy marcadas, tanto desde el punto de vista sociológico, como económico y ambiental.
Un ciudadano importante me comenta orgulloso que pronto llegará el Metro a Málaga. Con asombro le replico que lleva funcionando diez años y que ya contabiliza más de 43 millones de viajeros. Con desdén mi interlocutor reafirma mi hipótesis, lo que no llega al Centro, a partir de donde viven los hijos predilectos, los intermediarios, los ciempiés, los políticos de salón, en sumalos que Serrat consideraba ciudadanos importantes, no existe. Entonces me achaca que nos equivocamos al construir un metro desde la periferia hacia el centro, atravesando en uve los barrios obreros, aquellos hacinados, carentes de equipamientos y zonas verdes, con peor calidad ambiental. Aquellos condenados a vivir desde ahora a la sombra de edificios cada vez más altos, para que unos pocos disfruten de soberbias vistas al mar, cuando lo que esperaban del futuro eran parques y hasta un Bosque Urbano. Desde ellos viajan en los vagones del metro, cada vez en mayor número, los otros ciudadanos anónimos y desterrados en el ruidoso tumulto callejero.
Sin embargo, alguien como un hada madrina pronto vendrá con una varita mágica, con ella tocará en la Alameda y dirá aquello de hemos traído el Metro a Málaga. Marcharán orgullosos habiendo olvidado que miles de obreros durante años lograron una realidad que ya estaba consolidada. Pero un metro por definición nunca se acaba, vendrán nuevas líneas al Civil, a Ciudad Jardín y hasta Torremolinos. Los próceres del futuro acudirán prestos a su inauguración y rectificarán a los de hoy, afirmando que son ellos y no los anteriores los que trajeron el Metro a Málaga. Desde mi asiento, desde el que escribo esta columna, cada día saludo con agradecimiento a las trabajadoras y los trabajadores del Metro que, durante estos últimos diez años, han propiciado el mejor de los servicios a esta ciudad, escribiendo una nueva y esperanzadora West Side Story.
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