A mediodía de este sábado permanecían activos decenas de incendios en todo el territorio nacional; los más graves en Cáceres, Mijas, Castilla y León y Galicia. Las investigaciones determinarán si el origen de los mismos fue intencionado, accidental o por circunstancias naturales, aunque, con respecto al primer caso, hace ya mucho tiempo que se elevó el nivel de protección de los parajes naturales y zonas verdes para evitar que detrás de su posible devastación intervinieran operaciones especulativas en torno al futuro uso de esos suelos.
Detrás de cada explicación habrá un procedimiento penal y/o un plan de regeneración, pero cada vez se hace más evidente que hay otros factores que intervienen en la arrasadora propagación de las llamas y que, desde el ámbito de la concienciación, hacen corresponsables indirectos tanto a la administración pública como a la ciudadanía.
En el caso de Monfragüe, por ejemplo, el diario El Mundo relataba este sábado que Francisco Castañares, ex director general de la Agencia de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura, y actual presidente de la Asociación de Amigos de esta reserva natural, denunció hace un mes que la dirección del parque llevaba desde 2019 sin realizar labores de limpieza. A su denuncia se sumaron las voces de otros expertos y alcaldes de la zona, que abundaban en las condiciones en las que se encontraba Monfragüe antes del inicio del verano, y que propiciaban la propagación “del combustible forestal en el interior del parque nacional”.
Esta misma semana hemos asistido a varios incendios en la provincia, en su mayor parte en zonas de pastos y propagados por las adversas condiciones climatológicas: calor extremo y fuerte viento de levante. Los bomberos del Consorcio de Jerez apuntaban, antes de que se desataran las llamas en la zona de la Cartuja, que el martes habían realizado más de veinte salidas relacionadas con estas circunstancias, por lo que solicitaban a la población que extremaran las precauciones al realizar actividades en el exterior.
La cuestión es que muchos de esos incendios están llegando a producirse en zonas en las que, hasta hace poco, no dejaba de ser una anécdota la presencia de un retén de bomberos una tarde de verano, y todo tiene mucho que ver con la degradación paisajística; es decir, con la intervención o inacción de la mano del hombre.
Nadie podía imaginar que el viento expandiera las llamas de un fuego de un lado al otro de la autovía, que arrasara con un invernadero y que llegaran a las puertas de los vecinos de La Teja o La Milagrosa en Jerez, provocando desalojos y cierta histeria en la que tenían más culpa los bulos divulgados y compartidos por redes sociales, incluso el efecto contagio emocional de los graves incendios con los que han abierto a diario los telediarios, que las propias llamas.
En Jerez, lo que se ha vivido ha sido una situación nueva y extraordinaria; la primera de estas características, pero no sabemos si la última, por lo que habrá que interpretarla incluso como una advertencia de cara a un futuro que no deja de enviarnos señales del desolador paisaje al que nos encaminamos si no intervenimos de forma decisiva entre todos. Ahora nos pueden las lágrimas de quienes han perdido sus negocios y sus animales, o han visto peligrar sus viviendas; e incluso aplaudimos el arrojo con el que trabajadores municipales -incluso concejales- y particulares se han implicado respaldando las tareas de extinción de los cuerpos y fuerzas de seguridad, pero esto no acaba aquí.
El periodista y divulgador Ezequiel Martínez acaba de publicar el libro SOS Emergencia climática, en el que incide en esa realidad, en ese reflejo del futuro, y advierte: “La vida tal como la conocemos se encuentra amenazada por las alteraciones climatológicas que harán más difícil nuestra vida en la Tierra. Por esta razón, hacemos un llamamiento a los líderes mundiales, nacionales y locales, y a todos los seres humanos, pues aún estamos a tiempo. No hacerlo, nos conduciría irremediablemente a la sexta extinción”. No se trata solo de poner a salvo nuestras casas y nuestros coches, sino el futuro de nuestros hijos y nietos.
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