Tenía que salir en la Feria de Algeciras. Era el objetivo. Hacia él caminamos nuestras prisas para que los especiales pudieran tener un diario propio durante su fiesta grande. Eran tiempos de ilusión pero también de ilusos. Queríamos cerrar el periódico, mandarlo a la rotativa y que el ejemplar, bien calentito, llegara esa misma noche al real de la Feria para que los algecireños pudieran tener en sus manos las noticias de las últimas horas. Era un intento de twitter en papel en el arranque de la década de los noventa del siglo pasado. La realidad puso las cosas en su sitio, y en aquella segunda planta -más tarde pasamos a la primera- del edificio Plaza Alta entendimos: mejor hacer las cosas bien que con prisas.
Así nació El Faro de Algeciras, aquel maravilloso proyecto editorial que impulsaron José Antonio Mallou y Rafael Montero. Han pasado 25 años, pero todavía el recuerdo es imborrable. Pocos años después, la sensatez se impuso y el periódico de Algeciras se convirtió en El Faro del Campo de Gibraltar. Se abrió a la comarca, y fue el buque insignia -con Mallou en el timón- de Publicaciones del Sur, que roció de cabeceras los entonces siete municipios campogibraltareños. Llegaron, pues, los semanarios, entre ellos El Faro de Gibraltar con Peter Caruana en el número 6 de Convent Place.
El Faro de Algeciras fue un periódico con alma. En su redacción, nos juntamos periodistas de verdad, alguno de ellos de raza. ¿Por qué tenía alma? Porque por él pasamos muchos y variados profesionales, y el diario mantuvo su seña de identidad, apostando por la defensa del Campo de Gibraltar ante el permanente olvido institucional que sufría y sufre esta maravillosa comarca andaluza.
El periódico padeció -podríamos llamarlo- alguna que otra opa hostil por parte de otras empresas editoriales, pero mantuvo el núcleo duro, formado por periodistas que se dedicaban a leer tablones de anuncios de los ayuntamientos, boletines oficiales, que lideraron -gracias a Pipe Sarmiento- la información relativa al caso Odissey. No había submarino nuclear británico o estadounidense que fuera a llegar al Peñón sin que Pepe Martínez se enterara antes. Pero no solo fue una apuesta por los grandes temas, también miramos al microperiodismo. Estábamos pendientes de las asociaciones de vecinos, de las tradiciones, del deporte base, del bache, de los cortes de luz.. Añoro aquellos años, la verdad. Era periodismo de verdad. Y no citar a José Vicente González, Mercedes Caruana, Manuel Gutiérrez y Jesús Cabaleiro sería injusto por mi parte. Ellos eran la linterna y yo, como mucho, la vidriera. Gracias, Juanlu Reyes.
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