Cuando en los setenta jugaba con su hermano Juan en el Xerez y la plantilla acumulaba varios meses sin cobrar, ambos llevaban por tandas a sus compañeros a comer las inimitables papas fritas con huevo o la berza de su madre.
"Se comían dos y tres platos de garbanzos con pringá antes de volver a entrenar. No sé cómo podían".
En la casa de vecinos de la calle Rendona, en el barrio de Santiago, vivían doce personas en dos cuartos, pero nunca les faltó la comida.
Con Diego Garrido Valencia, Dieguito para los futboleros y Diego de la Margara para los amantes del baile flamenco más puro, nos hemos sentado a mes y mantel en la Venta Cartuja para hablar de sus gustos gastronómicos.
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