La mayoría de las universidades ucranianas sigue dando clases online y muchas de ellas se han convertido también en focos de apoyo a las fuerzas armadas. Sin embargo, una parte importante de los profesores se ha ido del país, y el miedo de rectores como el de la Universidad de Leópolis, Volodymyr Melnyk, es que haya una fuga de talentos y que los mejores ya nunca vuelvan.
Volodymyr Melnyk estima que el 25 por ciento del profesorado de su universidad se ha ido. “Somos conscientes de que en otros países como Polonia los salarios son más altos y nuestros trabajadores están muy bien formados. Es lógico que se los quieran quedar”, explica el doctor a Efe.
Pero por otro lado, apunta, los docentes tienen su casa en Ucrania y confía en que eso les haga volver. “Todo dependerá de la duración de la guerra. Si acaba pronto, regresarán. Si se alarga mucho es posible que se queden fuera”, dice.
Leópolis es la ciudad ucraniana más cercana a la frontera con Polonia y la más alejada al frente, con lo cual esa misma situación se está dando en el resto de universidades, pese a que los hombres de entre 18 y 65 años no pueden salir del país salvo por circunstancias especiales.
Numerosas universidades europeas o instituciones ya preparan programas para emplear a refugiados.
Volodymyr Melnyk es de los pocos que va a trabajar cada día a su despacho, ubicado en un edificio imponente de estilo imperial en el que no se oye ni un alma. Incluso el Consejo Universitario se celebra de forma online.
Sin embargo, la universidad no ha cesado su actividad en los dos meses de guerra, del mismo modo que siguen en marcha casi todas las del país excepto las que están en las zonas de combate.
“Algunas fueron completamente destruidas como las de Mariúpol y Jarkiv”, lamenta el rector, que dice que en Mariúpol es tal el desastre que nadie sabe dónde están los profesores, pero que incluso en Jarkiv se siguen con las clases online.
“Necesitamos que los estudiantes continúen y se gradúen para integrarse en el mercado de trabajo”, remarca.
En la universidad tienen localizados a los estudiantes que colaboran como voluntarios con las fuerzas armadas, a los que dan más flexibilidad para realizar sus tareas, y los que están en el frente podrán realizar sin pagar de más sus exámenes más adelante, el año que viene si quieren.
“Ya veníamos entrenados por la pandemia y hemos decidido continuar con las clases online. Muchos estudiantes se fueron al extranjero cuando la guerra empezó, sobre todo a Polonia, pero siguen estudiando desde allí”, explica el rector.
Sí hubo dos semanas de parón al inicio de la guerra, en las cuales hubo que reemplazar a algunos profesores que decidieron no seguir. Hay 24.000 universitarios dependientes de ese centro y otros 8.000 que cursan estudios superiores no universitarios de carácter más prácticos.
En su caso la enseñanza online sí es más problemática, reconoce el rector. “Quizás la calidad no sea la mejor porque no pueden utilizar los laboratorios, pero hemos decidido seguir”, explica el rector.
Los alumnos como Christina, que estudia informática, dice a Efe que ya está acostumbrada a la enseñanza online porque durante la pandemia así fue, aunque lamenta haberse perdido la parte de sociabilización de esta etapa de su vida.
Maria estudia Derecho en la Universidad de Odesa y allí vivía en un apartamento hasta que empezó la guerra, cuando se mudó a la casa de sus padres en el oeste del país, en Ivano-Frankivsk, para estar a salvo de la guerra.
Desde allí se conecta a sus clases, aunque es difícil seguirlas. “Cuando suenan las alarmas cierro el ordenador y me voy al refugio. Después lo profesores me mandan tareas adicionales. Pero cuando la sirena suena en el pueblo de los profesores, las clases se suspenden y hay que retomarla otro día”, explica a Efe.
Pero que las aulas estén cerradas no significa que no haya otro tipo de actividad. De hecho, entre alumnos y profesores han surgido varios grupos de apoyo al ejército ucraniano: con la ayuda de una máquina de última generación, en una sala de la universidad se realizan vendas para el ejército.
La Casa de Los Estudiantes se ha convertido ahora en un taller en el que universitarios y civiles realizan telas de camufaje para el ejército: cortinas, sábanas o cualquier tela de gran tamaño sirve para ser pintada de verde, negro o color arena. Además, con unas impresoras de tres dimensiones han sido capaces de crear arneses para los soldados.
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