En una sociedad repleta de estímulos y nichos de entretenimiento, tranquiliza que un invento llamado libro siga teniendo tal vigencia. Durante la pandemia, muchos se apoyaron en el viaje que propone un libro y se quedó hasta hoy. La Librería Proteo Prometeo, icónico lugar del centro de Málaga, abandona poco a poco la catástrofe que supuso el incendio de aquel jueves 6 de mayo del 2021, donde lo perdieron absolutamente todo. Casi un año después, afrontan la Feria del Libro 2022 mejor de lo que esperaban.
Así lo reconoce el director de Proteo, Jesús Otaola, que ha vivido meses muy intensos desde que las llamas arrasaran con 100.000 libros, obras de arte, ordenadores y mobiliario. Pérdidas de valor incalculable que Otaola resume, a ojo, en unos dos millones de euros. Los costes de restauración son “difíciles de calcular exactamente, pero la obra asciende hasta, por lo menos, los 400.000 euros”.
En la Calle Puerta Buenaventura sigue latiendo Proteo, que ahora cuenta unos 70.000 libros en sus estanterías. Eso sí, lo que desapareció es irreparable: “Había ediciones que ya no se pueden conseguir. Venía gente de toda España expresamente en busca de un libro en concreto. Eso se ha perdido”. Lo poco positivo que los trabajadores sacan de aquello es la unión que vieron a su alrededor. Sin ir más lejos, utilizando la literatura para salvar la propia difusión de la literatura.
Han podido resurgir gracias a donaciones y subvenciones del Ayuntamiento, que le buscó un local provisional. También de gestos como el de la distribuidora Centro Andaluz del Libro (CAL) Málaga, que les dejó “una esquinita de su nave en el polígono San Rafael y ahí nos pusimos a trabajar.” Además, la solidaridad de otras librerías del país fue un gran impulso. “Algunas que ni conozco ponían en su web: ‘Hoy no nos compreis a nosotros, compradle a Proteo. Recibimos una avalancha de pedidos web. No teníamos ningún libro para mandar, así que tuvimos que gestionar la compra de miles de libros y clasificarlos. Una ONG nos dejó unos ordenadores para que pudiéramos instalar una base de datos… era todo prestado. No teníamos nada”, recuerda.
Toda una vida derretida
Con distancia, Otaola recuerda cómo vivió el incendio. “Estábamos cerrados por la pandemia. Todos en ERTE. Faltaban dos días para el fin del estado de alarma y con todo preparado para abrir, no llegamos ni al sábado. El jueves fue el incendio y fue un planchazo. ¿Qué más nos podía pasar?”. Le pilló en casa, viendo la tele después de un día ajetrado, y no quería atender el móvil. Su hermano tuvo que llamarle al fijo y le contó que media Málaga ya había visto el fuego por las redes sociales. Fue con su mujer al centro y recuerda que no tenía fuerzas ni para conducir.
“Cuando vi tantos coches de bomberos, preocupados por toda la manzana y otros edificios cercanos… fue un shock”. Estaba convencido de que cuando los bomberos apagaran las llamas, aquello iba a ser “una manita de pintura y a seguir”, pero no fue así. Cuando el lunes entraron, en ese momento “comprendí el verdadero significado de la palabra ‘nada’. No quedaba nada”. Solo se conservan unos cuantos libros que no se quemaron, pero yacen derretidos en un expositor de metacrilato en la librería, único símbolo de la catátrofe.
Solidaridad lectora
“Amigos, familia, clientes, lectores, escritores y las autoridades nos apoyaron. El fundador de Proteo, Paco Puche, siempre nos decía que la librería es de puertas hacia fuera, es de la gente que la usa, no es nuestra”. La primera llamada de María Dueñas, que se ofreció para una firma de libros en la misma puerta de la librería. Se formó una cola de casi 600 personas. A partir de ahí se unieron más autores.
Anastasio Álvarez consiguió reunir a 45 plumas españolas de la grandeza de Irene Vallejo, Javier Cercas, Rosa Montero o Pablo Aranda en el libro ‘Todos con Proteo’, cuyos beneficios se destinan a la librería, al igual que el periodista Alfonso Vázquez y su ‘Málaga milenaria’. Pronto saldrá un libro de fotografía que ilustra la transformación de Proteo desde las llamas hasta la resurrección actual, donde participa el escritor malagueño Antonio Soler. Héctor Márquez organizó un concierto benéfico en el Teatro Cervantes que congregó a muchos grupos malagueños. “Ahí pensabas: te está ayudando gente que lo necesita más que tú. Eso es bonito. Ahora nuestra misión es devolver todo ese cariño, tenemos una deuda moral y económica”, insiste Otaola.
La lectura ha pegado “un pequeño bajón” tras tiempos de récord en pandemia. Pero el covid ha mejorado hábitos de lectura, ha recuperado lectores que se habían abandonado y ha atraído a nuevos curiosos. Los mismos que pasearán por las casetas de la Plaza de la Marina, donde Proteo y otras muchas librerías acentuarán la cultura en Málaga.
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