La profesión médica, como el resto, se ha visto casi obligada a hacer uso de los nuevos canales de comunicación y aprendizaje con que se cuenta en la actualidad debido a la omnipresencia de Internet en todos los campos del día a día.
Muchas noticias médicas ya auguraban la necesidad de evolucionar hacia entornos médicos virtuales para agilizar procesos y evitar esperas, pero realmente esta idea se ha materializado con la llegada de la COVID-19.
La medicina en internet
Cuando se habla de medicina en Internet hay que diferenciar dos formas básicas de cuál es su forma de estar presente en la red.
La primera es la que se produce en el ámbito exclusivo de los profesionales al que no pueden acceder aquellos que no lo son, y otra que es la que abarca los blogs, webs u otros espacios dónde sí tienen cabida los no profesionales.
Entornos colaborativos
Estos son aquellos en los que los expertos comparten experiencias con colegas de profesión, se resuelven dudas y se busca la opinión de otros, o se presentan nuevas investigaciones y resultados.
Suelen pertenecer a un ámbito concreto y pertenecer a hospitales, laboratorios, colegios profesionales, etc., y tanto la manera de relacionarse en ellos como en los contenidos que se tratan son muy diferentes a los públicos.
Un ejemplo sería un foro de una facultad de medicina dedicada a la cirugía de corazón en el que hubiera vertientes para todos los sanitarios que se dedican a ella. Desde anestesistas a enfermeras, todos tendrían su propio espacio, e incluso algunos compartidos.
Aquí no tienen cabida ni particulares ni curanderos, ya que, para acceder a ellos, debatir o publicar, deben acreditar que tienen en vigor la preceptiva licencia médica y no estar inhabilitados para ejercer su profesión.
Entornos públicos
Aquí se podría encuadrar la presencia médica virtual de cara al “público”. Lo compondrían las webs dedicadas a divulgar tratamientos de enfermedades, métodos de prevención, consejos saludables y un largo etcétera, dado que hablamos de una profesión que cuida del organismo humano de pies a cabeza y de dentro a fuera.
Es en estos en los que cualquiera puede participar e interactuar con sus doctores, consultar dudas, solicitar presupuestos o concertar visitas, son también lugares en los que hay que andar con pies de plomo, ya que el intrusismo ha alcanzado su auge expandiéndose por internet como la peste.
Saber si un sitio médico es de fiar o no, es tan sencillo como verificar que las credenciales que presentan corresponden a las que obliga la ley en el territorio en que nos hallemos, y sobre todo aplicar el sentido común.
Ni las curaciones milagrosas existen, ni las medicinas que se ofertan, y que no ha recetado un médico, son inocuas.
Solo aquellos sitios donde el trato y las recomendaciones sean similares a los que se tendrían en una consulta física son a los que acudir en busca de información.
Aunque resulta más que evidente que nunca se podrá perder el contacto físico con los especialistas de la salud; la comunicación de estos con sus pacientes, y entre ellos mismos de manera virtual, es un hito que ha permitido salvar muchos escollos durante la COVID-19 y como esta, ha venido para quedarse y mejorar sin duda alguna el mundo de la medicina.
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