Cuando la hermandad de la Entrega de Guadalcacín llegó a la Plaza Rafael Rivero en la tarde del Sábado de Pasión, supe que el Jerez cofrade sigue estando, como siempre ha estado, a la altura de su Semana Santa. No se cabía, la Alameda Cristina era un espectáculo que brotaba vida y fe. Cientos, miles de personas no quisieron dejar pasar la oportunidad de participar en un hito histórico: la hermandad de España que más kilómetros recorre en su camino evangelizador (casi 14 km) cumplía sus objetivos.
Si valoro al amigo Tomás Sampalo y a su generosa cuadrilla, más lo hago si cabe con los nazarenos de distintas generaciones que salieron y volvieron junto al Señor. No sé si lo del Sábado tendrá la continuidad esperada en los próximos años, lo que sí demostraron es los cofrades somos capaces de lo que nos propongamos si se trata de engrandecer el culto público de la Iglesia.
Antes de realizar la estación de penitencia en la Capilla de San Juan de Letrán, donde habita Jesús Nazareno y su madre del Traspaso, fieles devotos celebraron el paso de este misterio por Rivero con una sentida petalá, en el mismo sitio en el que cada Viernes Santo la Virgen del Valle Coronada se envuelve de flores. Lluvia de pétalos.
Tras dos años esperando, llegó el momento de dejarnos llevar por nuestra propia historia. Son unos días para la devoción popular, para no esconder nuestra fe, son días para seguir apostando por el mensaje de Jesucristo sin complejos. Duros momentos para los que valoramos las tradiciones de nuestra Andalucía. Lluvia de compromiso.
Las cocinas vuelven a oler a torrijas y arroz con leche, a matalauva y canela, y las túnicas de nazarenos se vuelven a planchar y a colgar por fuera del armario en ese propósito de hacer más eterna nuestra estación nazarena. Lluvia de fe.
Han sido tan duras las horas de esperas que el aspecto climatológico, al menos en mi caso, ha pasado a un muy lejano segundo lugar y casi me niego a escribir en estas líneas sobre la posibilidad de agua. Ya hemos sufrido bastante. Dejémonos llevar por la ilusión. Lluvia de esperanza.
El Sábado de Pasión mostró sus mejores galas, una jornada que “adolece” la ausencia de cofradías que ya han pasado a formar parte de los días grandes de nuestra Semana de Pasión. Incluso el jueves, previo al Viernes de Dolores, muchos quisimos ir al encuentro de la hermandad de Bondad y Misericordia que daba el pistoletazo de salida a esta festividad. Este año soñamos con verla desfilar el Martes Santo, como la hermandad de Salvación el mismo día o la Misión en la madrugada. Lluvia de ganas y estrenos.
Los días previos al Domingo de Ramos han sonado las saetas, gracias en parte a la iniciativa de la Federación Local de Peñas, con el ciclo ‘Venerarte con Saetas’, con Lucía Aliaño en Estella del Marqués, Macarena de Jerez a la Humildad de Barbadillo o Alberto Sánchez ‘El Almendro’ a la Sagrada Mortaja. Lluvia de Saetas.
Toda esta idiosincrasia que brota en cada rincón de Jerez hace que nuestra Semana Santa sea única y, es por eso, que somos muchos los que apostamos por su nombramiento como Bien de Interés Turístico Internacional. Solo nosotros tenemos a El Cristo de la Expiración, solo podemos presumir nosotros de las manos del Prendimiento, la elegancia de la Esperanza de la Yedra Coronada, el cortejo de Defensión, Santo Crucifijo o Amor y Sacrificio, la espalda dolorida del Señor de las Penas, el manto de la Piedad… lluvia de amor propio.
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