Habladurías

Pedagogía o poder

Lo natural también tiene fines inocentes y nobles y numerosas familias en El Palmar han seguido la lógica de la tradición, de la familia...

Publicado: 04/04/2022 ·
16:29
· Actualizado: 04/04/2022 · 16:30
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Autor

Cristóbal Domínguez Durán

Dedica la mayor parte del tiempo a la lectura, la escritura y la docencia. En ese orden. Luego hace otras cosas

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Hace semanas vi en Instagram unas preciosas fotografías de una vecina de Marcucaña preocupada por el futuro del paisaje en el que se había criado. En esas imágenes, tomadas desde una esquina de El Palmar, el mundo parece no colapsarse. Tiene el ritmo del gesto anciano de una vaca, de las hierbas altas venteándose, del mar susurrando sílabas importantes pero incomprensibles y de las olas cayendo dudosas en horizontal.

Es un lugar tan bonito que el hecho de que sus casas no tengan agua corriente o no estén regularizadas podría darle cierto romanticismo. Sin agua, en la deriva legal, pero en el paraíso, una filosofía a la que yo mismo me habría adscrito y que ha ido creciendo en El Palmar desde sus primeros colonos hasta las casi tres mil viviendas actuales. La finalidad especulativa con la que se han construido muchas de ellas me parece vomitiva, pero del otro gran grupo, el de las familias que hacen allí su cotidianeidad y que se han ido asentando al amparo de la sucesión de las generaciones, se hace cargo este artículo. Aunque les habría venido mejor que de ellas se hubiera hecho cargo la política.

En este país, en 45 años de democracia y después de casi cuarenta de dictadura, no se ha hecho ninguna pedagogía democrática. Pedagogía o votos rápidos. Pedagogía o poder. Así se ha ido construyendo España estas últimas décadas. La democracia tiene que ser enseñada, porque no es natural, porque va en contra de inclinaciones muy arraigadas en los seres humanos. Por ejemplo, lo natural es el dominio de los fuertes sobre los débiles, no la igualdad. O el miedo a lo extranjero, no el inclusismo. Lo natural también puede ser anteponer los propios intereses a los intereses de lo colectivo. La política debe dar instrumentos a la sociedad para hacer ciudadanos, no aprovecharse de ella hasta dejarlos tiritando en la ignorancia. Porque lo natural también tiene fines inocentes y nobles y numerosas familias en El Palmar han seguido la lógica de la tradición, de la familia, y la actual administración local nunca ha puesto las cartas sobre la mesa. Nunca ha hecho pedagogía.

Hace once años diversos planes de regulación (alguno aprobado pero sin ejecutar) pudieron haber cambiado la vida de muchas familias. Unos planes que costaban dinero a los hogares, claro, pero que habrían hecho que numerosas viviendas estuvieran hoy legalizadas, sin riesgo de sentencia de derrumbe. El actual gobierno no actuó, se escudó en la palabra de los vecinos que no querían pagar (claro, quién va a querer pagar), en lugar de tomar la cara decisión de ejecutar los planes y hacer pagar a las familias. Esa acción, impopular entonces, habría aliviado hoy el corazón de muchos vecinos que ven ahora cómo sus casas y sus familias están en peligro, pero, por supuesto, habría restado en aquel tiempo votos al partido que tendría que haberla ejecutado. Al final, el actual gobierno municipal ha creado una situación que le sobrepasa y el problema de El Palmar ha crecido tanto ante la inoperancia que hay ya familias con sentencia de cárcel y de derrumbe de su casa.

La única solución parece ser la unidad ante la justicia y el compromiso real de querer hacer algo por solucionar este drama. Ahora que no vale la pedagogía, el ayuntamiento debe considerar el lado del que ponerse: el de las familias o el de los votos.

 

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