Si la proposición de ley, aprobada por el Parlamento de Andalucía con los votos a favor de PP, Cs y Vox, la abstención de PSOE y el rechazo de Unidas Podemos, ha tenido algo positivo es que ha abierto el debate sobre la importancia de preservar Doñana tras años de dejadez, mirar hacia otro lado y consentir la sequedad de los acuíferos. Probablemente, todo lo demás ha sido un fiasco.
Hace mucho tiempo entendí que los problemas se ven de distinta manera, según la distancia desde la que se contemplen. Un ejemplo. El contencioso de Gibraltar no se ve de igual forma desde Madrid que desde La Línea de la Concepción. Desde la capital de España es probable que se defienda el concepto de recuperar la soberanía del Peñón, desde el municipio linense primará la cooperación con el territorio vecino. Doñana no es una Roca, y evidentemente nada tiene que ver con el ejemplo maltraído, pero el concepto que subyace sí es compatible.
A miles de kilómetros, los consumidores de Zúrich solo contemplan Doñana desde una perspectiva medioambiental y no entienden, de ninguna de las maneras, que una institución como el Parlamento andaluz pueda dar pie, a través de una iniciativa legislativa, a poner en riesgo (es lo que piensan) el parque nacional más importante de España. No hay matices. No hay aristas. Sin embargo, si le preguntamos a un agricultor de Lucena del Puerto sobre la importancia de los cultivos de frutos rojos en la zona, éste, probablemente, defenderá el pan de sus hijos y la preservación de Doñana. Su opinión ya tiene una tonalidad diferente.
Por tanto, ante un tema de esta trascendencia y un abanico tan variado de sensibilidades, lo mejor es retirar la proposición de ley, y mandar un claro mensaje a Europa de que el parque nacional se mima y no se toca. En este asunto, hay que ser honrado y parecerlo -como la mujer del César-, es decir, hay que preservar este espacio natural y demostrarlo. Hay tiempo para rectificar. No pasa nada. La proposición de ley empezó por el tejado. El debate en el Parlamento, que hemos contemplado esta semana, debería haber sido previo a esa iniciativa legislativa y posteriormente, con luz y taquígrafos, haber presentado al mundo que hay fórmulas para acariciar Doñana y dar agua en superficie a los agricultores a través de inversiones en recursos hidráulicos.
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