Jerez

Se va una grandísima persona

Aunque pasará a la historia por su xerecismo, Ramón Molina fue un ejemplo de persona entregada a sus gentes y de jerezano integral

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  • Ramón Molina. -

Pasará a la historia por haber sido el azote de aquellos que llegaron a Jerez para ningunear al Xerez CD, a través de las tertulias de la Ser, Canal Sur o Cope Jerez. Lo hará también por haber llevado una contabilidad paralela a través de la que descubrió los desmanes que se produjeron en momentos puntuales en la tesorería azulina. Incluso, aunque eso quizás muchos ni lo sepan, por sacar dinero de su cartera para salvar un descenso administrativo de ese equipo que comenzó a ver cuando, aún en pantalones cortos, se educaba en ese Instituto Padre Luis Coloma que es uno de los grandes patrimonios que debe preservar nuestra ciudad.

Lo hará igualmente  por haber estado, en sus últimos años, al lado del nuevo Xerez DFC, porque él entendía que así tenía que ser. Tampoco lo sabrán muchas personas, pero un ciclo de conferencias de la Fundación Xerecismo en Libertad se pudo celebrar porque, una vez más, sacó los euros de su cartera, como se los sacaba para sacar una entrada, a pesar de ser socio, cada domingo para ayudar su equipo. Siempre se le recordará por sus libros, por sus vivencias, por sus historias, que sabía contar con un gracejo especial. Como esos hechos simbólicos de ir cada domingo que el cuadro xerecista jugaba en Sanlúcar a las puertas de Chapín y escuchar el partido por la radio. Era la forma de ser y de sentir de un corazón xerecista, al que no cabe, ni ahora en estos momentos de su adiós, ni antes tampoco, ponerle apellidos.

Sus apellidos Molina y Barrios los complementaba con otro salido de sus entrañas que era el de jerezano. Porque jerezaneó siempre, desde su posición de un vecino que veía a la ciudad desde esa atalaya privilegiada que le daba el haber sido hombre importante en esa añeja Junta Oficial de la Fiesta de la  Vendimia, al lado de su pariente Alberto Durán Tejera, que le eñseñó todo lo que le pudo enseñar sobre los mundos del vino y de las relaciones sociales y económicas.

De aquella oficina en la Bodega de San Ginés a puestos de importancia en el Banco Español de Crédito, Banesto, donde una mañana, mientras atendía a un cliente, le llegó la noticia  que le cambió la vida y que hizo que la misma se conviertiese en entrega y sacrificio por amor a la mujer de su vida. Muchos años en duermevela, sin saber lo que era echar su cuerpo sobre un colchón, pero siempre en silencio, sin darse importancia, sin contar más que lo preciso a sus más próximos de la realidad de sus días y sus noches y sin que, por ello, dejase de aconsejar a instancias superiores que le llamaban, sobre las cuitas de su Jerez, en temas al margen de ese fútbol que ha sido un compañero fiel, o a veces infiel, de esa vivivencias que no hace mucho recibieron otro golpe importante, una contrariedad más, aunque felizmente solventada, que hizo mella en su ya deteriorada salud, sin duda pasándole factura de esos días, esas semanas, esos meses, esos años siempre de pie y junto a esa persona a la que se entregó en cuerpo y alma, hasta la hora final.

Ramón Molina ha sido algo más que un gran xerecista, reitero que sin apellidos, y un gran jerezano. Fue una persona aguda, que analizaba las situaciones con una inteligencia senequista, que no tuvo una andadura fácil en un determinado y alargado espacio de su vida y, sobre todo y por encima de todo, una persona ejemplar y un jerezano de los que sentía, y entendía, como pocos la ciudad que le vio nacer. Descansa en paz amigo.

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