Con la entrada en el mes de marzo os invito a reflexionar sobre estos últimos años. Poca importancia le dábamos al Covid 19 hace ya casi dos años cuando nos encerraron en casa por los primeros 15 días, ingenuos de nosotros, que pensábamos que unos días serían suficientes, y ahora, no días, sino años después, seguimos sin acabar aun con esta pandemia.
Lo mismo ocurrió con la actual situación de Ucrania, que tras años y años de tensiones ha acabado en una guerra en pleno siglo XXI. Y no una de las guerras que estudiamos todos en el instituto, aquellas que veíamos tan lejanas en el tiempo, ni una pelea de niños en el patio del colegio que se resolvía pidiéndole perdón al otro o castigados sin recreo, sino un conflicto bélico de tal calibre que hasta a los civiles se les ha entregado material armamentístico para defender a su país, y todo ello entre países del “primer mundo”.
Ya no hablemos de la situación política que nos rodea, que cada vez se asemeja más a un programa del corazón y menos a la seriedad e importancia que debería revestir, y es que, miremos desde el punto de vista que prefiramos podremos coincidir en que, entre deslealtades, corrupción, enchufes, y “ver quién puede más”, es un auténtico circo.
Parece que el ser humano no aprende, sino “desaprende”, si es eso posible. Con el tema del Covid inicialmente los países competían por los suministros de mascarillas, así como tuvieron lugar numerosísimas infracciones administrativas por los incumplimientos de cuarentena, restricciones perimetrales, salidas con las mascotas, etc. Respecto a la política ante cualquier incidencia vemos como se crean aun más bandos, cada vez más individualizados y en extremos más separados si cabe. Y en cuanto a la situación de Ucrania… parece mentira.
En definitiva, unos años donde el progreso y retroceso juegan en un tira y afloja constante, donde la solución siempre es la misma, ser menos egoístas y tener más sentido común, pero como alguien dijo una vez “el sentido común es el menos común de los sentidos”. Parecía que la pandemia, entre aplausos a las 20:00 horas y sollozos ante cada uno de los picos “máximos” ya nos había enseñado algo, pero no, quizás sería mejor volver a primaria, y recordar cómo nos enseñaron a trabajar en equipo y no pelearnos con los compañeros.
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