El año 2021 ha sido el de la consagración definitiva de Lin Manuel Miranda tras una trayectoria labrada en el mundo del musical (In the Heights y Hamilton) que le abrió las puertas de Disney, donde compuso las canciones de Vaiana e hizo el papel protagonista masculino de El regreso de Mary Poppins.
Este año pasado se estrenó la adaptación cinematográfica de In the Heights (En un barrio de Nueva York), posiblemente una de las mejores películas musicales de los últimos años, donde participaba en un pequeño papel tras ceder el protagonista que él asumía en Broadway a Anthony Ramos. También ha sido el autor de las excelentes canciones de la también excelente película de animación Disney, Encanto, y, para finalizar, ha debutado como realizador al frente de Tik, tik, boom, otro musical, en este caso no a partir de material propio, sino del prometedor y prematuramente fallecido Jonathan Larson.
De los tres trabajos, tal vez sea el menos solvente o el menos atractivo, aunque no estamos ante una obra menor, sino ante la arriesgada puesta en escena de un montaje que lo es por sí mismo, definido incluso en su momento como “monólogo rock”, aunque enriquecido aquí desde una perspectiva más coral y a partir de una estructura narrativa más convencional, sin olvidar el peso de sus muy buenas canciones.
La película describe las aspiraciones y frustraciones de un compositor a punto de cumplir los 30 años mientras da forma a Superbia, el libreto con el que confía levantar su primera producción musical en Broadway. El protagonista es el propio Jonathan Larson, al que da vida un excesivo, intenso y cargante, a ratos insoportable, Andrew Garfield, que lleva al extremo el entusiasmo obsesivo con el que el personaje afronta el proceso creativo de su obra, aunque a su lado giran igualmente una serie de personajes interesantes interpretados por Alexandra Shipp, Robin de Jesus y Vanessa Hudgens, que compensan la apasionante entrega de su compañero, mientras que la historia no deja de lado otros componentes dramáticos ligados al momento de la acción -finales de los 80-, caso de la amenaza del SIDA.
Miranda, sin excesivos alardes, se desenvuelve con acierto en algunos números musicales, pero en especial trasluce su admiración personal hacia Larson y cierta influencia narrativa al estilo del All that jazz de Bob Fosse, con resultado aceptable pero no memorable.
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