Andalucía es azotada por un viejo enemigo, la enfermedad cardiovascular. Esta plaga, primera causa de muerte y hospitalizaciones en toda la Unión Europea y países desarrollados, tiene una prevalencia que va aumentando con la edad y provoca más de la mitad del gasto sanitario y 25% de pérdidas en la productividad laboral. No disponemos de datos oficiales sobre la prevalencia real de la cardiopatía isquémica -enfermedad de las arterias coronarias-, aunque las encuestas poblacionales permiten deducir que tenemos cifras mejores que otras comunidades europeas y norteamericanas.
Hace días, se ha publicado un estudio epidemiológico, realizado en nuestro país, sobre la tendencia de la mortalidad prematura (MP) en la fase aguda de la cardiopatía isquémica en las diferentes provincias españolas, demostrando que ha disminuido en los últimos años.
https://doi.org/10.1016/j.recesp.2021.04.006
Han analizado los datos clínicos procedentes de 232.617 muertes (181.424 hombres y 51.193 mujeres) producidas durante la fase aguda del infarto de miocardio. La incidencia de la enfermedad coronaria varía ostensiblemente según el sexo -muy superior en los hombres (78%) que en las mujeres (22%)-, pero en éstas van igualándose a la de los hombres, aunque alrededor de 10 años más tarde. En 20 años (1998 – 2018), la MP por enfermedad coronaria ha disminuido mucho; mientras en 1998 fallecieron 14.876 personas, en 2018 fueron 8.780 (41% de reducción de la mortalidad global). Debe destacarse que 70% de las muertes ocurrieron en pacientes mayores de 74 años de edad. Estas tasas de mortalidad se analizaron por grupos de edades (TAE/100.000 habitantes) y sexos, tanto a nivel nacional como en cada provincia española.
En los pacientes hombres mayores de 74 años, la TAE nacional experimentó un descenso significativo (1.192 muertes/100.000 en 1998 y 621 muertes/100.000 en 2018), mientras en menores de 74 años se redujo más de la mitad (75 muertes/100.000 en 2018 y 35 muertes/100.000 en 2018). En las últimas dos décadas se ha conseguido reducir los fallecimientos por enfermedad coronaria más de la mitad, un gran logro de la Medicina.
Desde hace años, sabemos de la existencia de unas diferencias, estadísticamente significativas a escala nacional, en la prevalencia y mortalidad de la cardiopatía isquémica, entre las provincias del norte y sur de España. Los datos recientes concuerdan con otros estudios previos realizados en nuestro país (estudios DARIOS y ERICE), que mostraban esta distribución geográfica heterogénea, comparando los datos clínicos procedentes de las provincias del norte/centro y sur/este; las cifras más altas de mortalidad fueron detectadas en las CCAA de Andalucía, Valencia y Canarias.
En 2009, se recomendó la implantación en los hospitales españoles del denominado Código Infarto, según establecía el documento “Estrategia en Cardiopatía Isquémica del Sistema Nacional de Salud”, aunque se ha desarrollado a diferente velocidad en las diversas CCAA.
Algunas publicaciones médicas recientes han tratado de aclarar las razones de estas diferencias geográficas, particularmente referentes a la mortalidad prematura por enfermedad coronaria de la mitad norte y sur de España. Esta distribución heterogénea se ha tratado de explicar en base a la mayor incidencia de diabetes en las provincias del sur y sureste, los desequilibrios socioeconómicos, diferente prevalencia de los factores de riesgo, o posibles discrepancias en la atención de la asistencia sanitaria. Sin embargo, utilizando el método científico, no se han encontrado datos irrefutables sobre estas diferencias geográficas, aunque parece ostensible que este gradiente norte-sur está suavizándose en los últimos años. Los motivos de este cambio de tendencia tienen relación con la mejor atención médica generalizada, el eficiente control de los factores de riesgo cardiovasculares -medidas de prevención primaria, secundaria y terciaria-, los nuevos fármacos, así como la aplicación precoz del tratamiento siguiendo las recomendaciones de las guías clínicas de la Cardiología y Cirugía Cardiovascular modernas.
En la actualidad, la información científica disponible no permite aún poder cuantificar independientemente los efectos beneficiosos inherentes a la prevención de los diferentes factores de riesgo cardiovasculares, de los nuevos tratamientos farmacológicos o invasivos, o del impacto real del Código Infarto.
No cabe duda que estos importantes avances, aplicados correctamente, en la fase aguda del infarto de miocardio y/o sus complicaciones conseguirán reducir aún mayor número de muertes de origen cardiovascular y, lo que es muy importante, devolver al paciente una buena calidad de vida activa, ganando así la lucha a nuestro mayor enemigo.
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