El congreso popular ha tenido todo el respaldo que da gobernar Andalucía. No podía ser un congreso como ninguno de los anteriores. El PP gobierna por primera vez la región más poblada de España y la que, en el pasado, como ha sucedido con la expansión de la lengua española en el mundo, ha marcado la norma de la gobernación española. Lo hizo decisivamente con el desarrollo autonómico por el liderazgo de la izquierda andaluza frente a la derecha y, por ello, le costó a la derecha la friolera de 37 años quitarse el estigma del anti andalucismo. El protagonista de las movilizaciones ciudadanas autonomistas - el electorado andaluz- no entendió conveniente otorgarle la capacidad de gobierno en la región o nacionalidad andaluza, aunque ya lo había hecho en ayuntamientos desde hacía años. Sólo con las últimas elecciones en la que fue candidato Javier Arenas el desquite estuvo muy próximo. Izquierda Unida - muy mal pagada por el PSOE- consolidó un gobierno de coalición, que se prolongó con uno de Ciudadanos. Luego, los errores de adelantos electorales innecesarios -por partida doble- y la aparición de Vox, prepararon el camino para la llegada de la derecha al poder, con la fórmula de dos más uno.
En Granada, las visitas escalonadas -para evitar encontronazos dialécticos- de los líderes populares han marcado un congreso en el que se han escenificado dos ejes argumentales: si hay, o no, tutela a la dirección andaluza por parte de la Pablo Casado sobre el adelanto electoral y si el entreguismo de Ciudadanos es absoluto o total.
El congreso popular se convocó con la obvia pretensión de afianzar al presidente de la Junta de Andalucía y, en líneas generales, lo ha logrado, pero dos circunstancias han nublado ese objetivo. A las declaraciones de hace algunos meses del líder de Ciudadanos, filtradas ahora desde su oposición interna con la intención de desprestigiar al vicepresidente de la Junta, le han faltado muy poco para que contaminaran a todo el gobierno andaluz, también al PP. La otra disfunción ha sido la de los mensajes encontrados de los visitantes populares. Todos respaldan la libertad del presidente andaluz para convocar elecciones, pero la dirección nacional lo dice sólo de boquilla, circunstancia que ha aprovechado la antagonista de Casado, Isabel Díaz Ayuso, para proclamar extasiada el eslogan mágico que la hizo triunfar en Madrid: ¡Libertad!
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