La pandemia hizo tambalear nuestro estado físico, social y económico en muy poco espacio de tiempo y fue capaz de desbordarnos a todos emocionalmente. Ahora, partiendo de esta reflexión, y teniendo en cuenta que desde que irrumpe el Covid-19 siempre han preocupado cómo afectarían las medidas para controlar y deterner la propagación del virus a niños y jóvenes, la pediatra Libia Quero, del hospital HLA Santa Isabel, en Sevilla, ha planteado rebobinar la secuencia de los hechos, como si fuera una película, para cuantificar el impacto.
Durante su intervención en la mesa redonda organizada y moderada por el profesor Martín Navarro para la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla, celebrada el pasado 28 de octubre, Quero advirtió de que “las mascarillas faciales son un factor disruptor que limita la capacidad de todas edades para inferir las emociones expresadas por los rasgos faciales”, pero mostró especial preocupación por las dificultades asociadas con el uso del protector en niños hasta los cinco años.
“Estos -explica- dependen de las expresiones faciales para obtener información sobre el estado emocional de otra persona en mayor medida que el contexto”. El desarrollo de esa sensibilidad a los movimientos de las emocines faciales son fundamentales para el procesamiento emocional y la competencia social de los niños. Por ello, la pediatra considera importante que se valore en el futuro la influencia de la mascarilla en, al menos, los bebés nacidos en 2020 y 2021.
El otro gran esfuerzo que debe hacer la Atención Primaria en el futuro inmediato, en opinión de Quero, es identificar de manera temprana en los adolescentes la baja satisfacción con la vida en general, para prevenir futuros problemas de salud mental, y reforzar el diagnóstico de transtornos.
La pediatra aseguró que “las medidas de restricciones de movilidad, además del cierre de los centros educativos, acarrearon cifras de ansiedad del 19% y de depresión del 24% en niños”. Los intentos de suicidio en EEUU, por ejemplo, se duplicaron durante las semanas de confinamiento duro. No obstante, “conforme han disminuido las medidas restrictivas y los niños volvieron al colegio, demostraron su resiliencia”, añadió la pediatra, que citó el estudio llevado a cabo por la Sociedad de Niños Inglesa, publicado en agosto pasado, con adolescentes entre 10 y 17 años. Pese a que el 84% de los encuestados manifestaba cierta preocupación por el Covid, el 72% informó sentirse confiado con el futuro.
Otra investigación, en la que participó la propia Quero, con una muestra de 150 escolares de 7 a 15 años residentes en la ciudad de Sevilla entre los meses de septiembre a noviembre 2020, concluyó que no se observaron valores más elevados de depresión y ansiedad que en las muestras de referencia de características poblacionales parecidas a la misma y remarcó que los valores de referencia son anteriores a la era de pandemia. “La vacunación para el control de los contagios ha sido clave”, agregó.
Al respecto, el doctor Antonio J. Conejo, coordinador de Pediatría del Hospital Xanit Vithas Internacional de Málaga y asesor externo del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría, consideró que, con una población menor de los 18 años que supone el 25% del total de la población en España, “las estrategias vacunales deben incluir a la infancia y la adolescencia como poblaciones diana”.
Conejo recordó que “disponemos desde hace unos pocos meses para la población de 12 a 19 años de dos vacunas aprobadas en Europa, Comirnaty (Pfizer/BioNTech) y Spikevax (Moderna) que presentan un excelente perfil de efectividad y seguridad, con más datos sobre su eficacia en el mundo real, en concreto sobre la variante Delta”.
Pero para los menores de 12 años aún no está aprobado el fármaco. Pfizer ha enviado dato a la FDA para su evaluación, pero se mostró optimista porque “los datos de seroconversión y de reactogenicidad son similares a los obtenidos a otras edades, por lo que se espera que se autorice en un corto periodo de tiempo”. Sin embargo, reconoció que habrá que debatir entonces, dada la escasa repercusión clínica de la enfermedad en los niños y la escasez de vacunación en países de renta baja, cuándo y cómo inminuzarse en los países de ranta alta mientras haya población de alto riesgo sin proteger en zonas en vías de desarrollo y sin dosis disponibles.
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