Esta semana los autodenominados “defensores de nuestro planeta” nos han dado una nueva muestra de hasta dónde pueden llegar sus actuaciones, tanto en lo referente a su intransigencia como a su incoherencia.
Resulta que una serie de activistas de la organización ecologista Greenpeace han protagonizado una acción de boicot a la llegada al puerto español de Sagunto de un barco que transportaba gas licuado norteamericano con destino a la industria, a producir electricidad en centrales de ciclo combinado, a la calefacción, etc.
Según las pancartas exhibidas por los activistas de Greenpeace “el gas calienta el planeta” y su actuación forma parte de la lucha que se está llevando a cabo para reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera, considerado responsable fundamental del actual cambio climático que está sufriendo la Tierra.
Este incidente solo sería un caso más de los que suceden en Europa occidental desde hace mucho tiempo sino fuera porque en esta ocasión coincide con la crisis energética que estamos padeciendo actualmente, relacionada en gran medida con los elevados precios alcanzados por el gas natural y por la posibilidad de que se reduzca su llegada a toda Europa, lo que se agravará especialmente en cuando el frío invernal llegue al continente.
Me pregunto hasta dónde pretenden algunos llevar sus ideas y hasta dónde estará nuestra sociedad dispuesta a cargar con las consecuencias que eso ocasionará. Sea o no así, es innegable que una gran parte de la sociedad parece haber aceptado que la humanidad es responsable del actual cambio climático y de que tenemos la obligación de solucionar el problema.
Ante este panorama muchos gobiernos se han puesto de acuerdo para lo único que podemos hacer: mejorar la situación y retrasar el calentamiento global reduciendo las emisiones a la atmósfera de aquellos gases que lo están impulsando, especialmente el CO2.
Por otro lado está el hecho no menos importante de que hoy por hoy ningún estudio científico ha logrado demostrar que la humanidad sea capaz de revertir el proceso del cambio climático, por lo cual no se trata solo de discutir si tal cambio se está produciendo o si los humanos lo hemos provocado, de lo que se trata es de si con las medidas que se están tomando se logrará algo y – sobre todo – si el costo es asumible por las sociedades humanas sin poner en riesgo extremo el bienestar logrado tras siglos de civilización.
Es loable que Greenpeace luche por el planeta, pero en sus correrías emplean ruidosas y contaminantes lanchas compradas con el dinero que llega al ecologismo internacional. Lo irónico es que por lo visto el gas que vende Greenpeace Energy en Alemania no debe calentar el planeta, pues dicen que es un “gas verde” (es gas ruso con 10% de biogás). Fuerza y salud.
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