Jerez

Fin de la odisea de Luis Flores y los suyos: Esther ya está en Jerez

El veterinario jerezano afincado en El Congo se reúne con su familia tras meses de batalla burocrática por el visado de su hija congolesa

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“Muchas gracias a todos. Estamos en los Jereles ya. Ahora a contrarrestar el shock culturo-social con Tío Pepe durante unos días para reintegrarnos en esta maravillosa España que aún nos queda viva. Koko, merci, bien, asante sana”.  El mensaje de Luis Flores, el veterinario jerezano afincado en El Congo desde 2016 en su cuenta de Facebook, desde donde este verano movió cielo y tierra en su batalla por conseguir el visado para Esther, su hija congolesa, no dejaba lugar a dudas. Por fin. Lo habían conseguido.  No pudieron pasar las vacaciones de verano con los suyos, pero se resarcirán celebrando en familia las fiestas navideñas.

El pasado 10 de agosto, cuando gritaba a los cuatro vientos que tras mes y medio batallando en RDC ya tenía la visa para Esther, de nueve años y de la que es tutor legal (allí no se permiten adopciones), ni él ni su familia se imaginaban que todavía tendría por delante dos meses más de papeleo antes de pisar tierras jerezanas. De nuevo la burocracia hacía de las suyas y retrasaba todavía más su llegada. “Hemos sufrido mucho para tener la visa de Esther, pero después también para tener la mía. Yo pensaba que estaría en una semana, pero he tardado dos meses”, cuenta a Viva Jerez en sus primeras 24 horas en su ciudad natal.

La noche del martes aterrizaban en el Aeropuerto de Málaga. Allí lo esperaban sus familiares con una bandera de El Congo en la que podía leerse: “Bienvenidos. Por fin. Ya en tu Jerez”. “Llegamos a las dos y media de la madrugada. Casi no he tenido tiempo de nada”, reconoce. Eso sí, ha podido brindar la familia y algunos de sus amigos que tanto le han apoyado en la campaña que realizó en redes sociales y que también llegó a Change.org, donde logró más de 61.000 firmas de apoyo en un tiempo récord.

Junto a Esther, Luis ha viajado con su pareja ruandesa Oda y Antonio, su hijo en común de dos años. Los cuatro emprendieron el pasado lunes un largo viaje desde Ruanda, donde ya llevaban diez días de gestiones. Allí renovaron el pasaporte de Antonio y desde allí volaron diez horas y media hasta Bruselas, donde tuvieron que aguardar todo un día hasta poder volar dos horas y media hasta Málaga. Pero ya después de todo lo que han vivido, para Luis y su familia el viaje ha sido lo de menos. “El encuentro fue superemotivo. Solo se conocían de hablar por WhatsApp. Hemos sufrido mucho para conseguir el visado de Esther y han sido unas circunstancias complejas hasta llegar aquí, porque cada semana que pasaba lo teníamos que aplazar. Pero ahora ya estamos todos juntos”.

 

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