Veredictos

Leonardo Cano: un Volkswagen y una pluma Parker

"La edad media" (Editorial Candaya, 2016) nos permite entender el espíritu de un lugar y una época: España a finales del siglo pasado y comienzos de éste.

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  • La edad media -

“Luego [Moya] sale y conduce el coche de sus padres hasta casa de sus padres. De camino, ve a Urquiain abandonar la sede de Endesa (…) lleva traje gris, camisa blanca, corbata roja. Ese hijo de puta se metía los plastidecores por la nariz y tenían que llamar a la profesora para que se la desatascara”. El autor sostiene un espejo satírico, hiper-real, frente a nosotros, y el choque incómodo que tiene lugar al reconocernos corre paralelo a la reflexión sobre el mundo que nos rodea. El texto no aporta soluciones. No nos reconforta con héroes y villanos. Ni rastro del amor o la fe. Hemos creado un mundo desprovisto de compasión y empatía, un caldo de cultivo para los monstruos que prosperan al mismo tiempo que nos evitan. No hay escondites, sino una gama impenetrable de escudos: el humor negro, la ironía.
 

“Y Fauró se había encargado, así, de que nadie pudiese dudar que ese hijo se le pareciera a él en los brazos de Julia, y se había asegurado, también, una familia justo cuando la edad media. Y así es. Y éste era el futuro que había luchado por salírsenos del pecho”. La primera novela del abogado, guionista, creativo de publicidad, crítico gastronómico y periodista Leonardo Cano (Murcia, 1977) muestra la desafección desde la perspectiva de una nueva subclase, la juventud presa de la crisis, carente de oportunidades. La edad media (Editorial Candaya, 2016) nos permite entender el espíritu de un lugar y una época: España a finales del siglo pasado y comienzos de éste; el tedio de los ricos en mitad de la bancarrota moral.

Entre otros personajes, Moya, funcionario interino de Justicia, redefine el sueño europeo, distorsionado por el neoliberalismo de consumo individualista. Sus planes de ascenso pasan por la paranoia del deseo de poder, que lo obliga al robo sistemático del Estado. Gómez, alias elhijodelRana no es el típico cobarde inadaptado. Sería un modelo arquetípico del éxito de no ser porque es un perdedor: “Y le aplaudimos [a elhijodelRana] porque nos lo dijo la de Ciencias. Y no eran aplausos lo que nos repartía el Rana cuando llegábamos tarde (…) y era el director y también nos daba Sociales”. El pánico de Julia y Fauró a hablar en persona es, en realidad, una negativa a comprometerse. El chat de internet, la gran desconexión entre la auto-imagen y la forma en que los demás nos perciben, es otra de las muchas y violentas contradicciones de esta época elitista y posdemocrática.

A pesar de sus personajes mentirosos, misóginos, racistas y narcisistas, el estilo narrativo de La edad media nos obliga a adoptar su punto de vista. Al suceder en tiempo presente, asumimos las preocupaciones de los protagonistas. De este modo, nos implicamos tanto en la violencia como en los procesos de objetivación de la sociedad de consumo a la que pertenecen. Nuestro juicio moral abarca un espectro que va desde la repugnancia a la indiferencia pasando por la fascinación perversa. El relato nos obliga a enfrentarnos con nuestras emociones en el contexto de los valores del colectivo al que pertenecemos.

“Y, así, los dos sacaron un 8,85 en Selectividad (…) y los dos iban a poder hacer por una vez lo que siempre habían soñado. Y a ella le regalaron un Volkswagen y, al hijodelRana, una pluma Parker, y no se volvieron a ver nunca y tenían todo el futuro por delante”. La edad homologa nuestra fijación por la riqueza, nuestra obsesión por el dominio, a las preocupaciones mórbidas, depresivas de los privilegiados. Hemos sucumbido a un consumismo materialista; hemos destruido la comunicación mediante la erradicación de sus valores humanos en favor de la obsesión por la imagen. Ahora que al fin somos modernos, La edad media constituye una exégesis indispensable y salvaje de la sociedad que hemos creado.

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