Los embaucadores

Entonces, si realmente no somos capaces de levantarnos, no tenemos claro que la solución esté en los votos.

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Se acercan las elecciones europeas y, como si de magia se tratara, nos encontramos rodeados por un circo. Puro espectáculo de adivinanzas, de predicciones, de enfrentamientos con grandes espadas verbales donde solo puede quedar uno. Luego todos aplaudirán igualmente.

Ponemos la televisión y ahí tenemos a los embaucadores. Por cada cadena uno diferente, o los mismos vistos desde distintas facetas. Con sus promesas de oro ilusorio que el viento de la crisis se llevará. Con deseos frustrados por un supuesto legado anterior que todo lo esfumó.

Sabemos que sus palabras dulces ocultan un poderoso veneno mortífero que la esperanza nuestra matará. De sobra y de sobres va la cosa, pedirán que vayamos a votar con cartas vacías mientras ellos se llenan la suya con eres o b.

¿Qué pasará cuando el hambre pueda más que la democracia? Seguirán como perfectos ilusionistas queriéndonos vender motos de cartón, lo fuerte es que muchos aceptaremos estoicamente y el cuento se convertirá en nunca acabar.

El pasotismo, despotismo y, en definitiva, el criticar desde la cama porque se está muy a gusto no vale. Hay que votar, hay que manifestarse, algo hay que hacer. Palabras vanas tiradas en barras de bar que podrían alentar a algo usadas adecuadamente y en lugares adecuados.

No exculpo a ningún partido, quizás todos sean iguales, tal vez no. En España solo han gobernado tres partidos, de los cuales uno ya no existe. Entonces, ¿son todos iguales? Me imagino a España como el típico niño que posee un inmenso abanico de videojuegos, cansado y temeroso siempre elige los mismos como un círculo vicioso que genera más cansancio y menos ganas de avanzar.

Entonces, ¿lo que nos viene será mejor? No lo sé, ni tú lo sabes. ¿Por qué? Porque jamás se ha visto. ¿Nos debe importar Europa? No sé, pero hasta hace poco nos quejábamos de sus decisiones para con los terroristas y de la somnolencia del gobierno para protestar al menos.

Entonces ya no es cuestión de votar o no votar. Ahora se acompleja por la gran incógnita de si nos importa Europa. ¿Qué hacemos entonces en la Unión Europea? ¿Por qué no votamos pues a partidos antieuropeos o con políticas más radicales a las que tenemos ahora?

Cierto, es más fácil quedarme entre colchones y ventiladores en nuestras mazmorras de oro. Conformismo es lo que tenemos y a eso nos hemos acostumbrado. Parece que los estragos de tiempos peores aún nos asustan y nos han enseñado a que si damos la patita tendremos lujos. Ahora bien, como no puedas darla porque te falte… Ahora sí te quejarás y querrás una revolución que en su día no deseabas.

Mientras tenga que comer, ¿para qué quejarnos? Además, la España mitómana que tenemos muchas veces se pierde. Líderes que realmente son jefes, jefes que inventan líderes. ¿Las cosas se consiguen en las urnas o en las calles? Realmente tenemos ese concepto democrático claro, ¿o no?
Entonces, si realmente no somos capaces de levantarnos, no tenemos claro que la solución esté en los votos y Europa nos importa un pimiento, irán a votar los que puedan de la tercera edad y los pocos que crean en este derecho.

Apoderados aburridos, mesas electorales controladas por los dos partidos de siempre y la misma historia de siempre. Abstención elevada y las barrigas agradecidas celebrando que han vuelto a ganar, quejas en los bares y en los foros y muuuuucha hipocresía en las redes sociales.

 

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