Comer, o no comer, esa es la cuestión

Si ya está difícil ir al cine por el alto costo del ticket, si esa prohibición siguiera en vigor, menos gente irá.

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La Alcaldía, como no tiene frentes, el otro día decidió abrirse otro. Otro más para la saca, otra graciosa anécdota. Contra toda ley, porque aquí tenemos a nuestro propio sheriff que imparte justicia, se prohibió la entrada de comida ajena al cine Ábaco.

La cuestión se reduce en un comer, o no comer, puesto que leí muchos comentarios a favor; increíble, pero cierto; nadie estaba dispuesto a comprar esas famosas palomitas tan… ¿caras? No sé si el maíz lo traen desde los campos de Rivendel, plantados con todo el poder y el cuidado de los elfos, bendecidos por Galadriel en noches de luna llena y traídos por los guardianes de Elrond. Nada justifica ese sablazo que nos dan.

Ahora bien, otra cosa que jamás entenderé es ¿por qué si en todas las ciudades de Andalucía se puede traer comida de casa en San Fernando nos alegramos de la prohibición? Fue algo chocante, la verdad. Da la impresión que aquí nos va el rollo opresión. Y sobre todo la exageración.

Tenemos en cuenta, para empezar, que estamos pagando con la entrada un asiento, no la sala entera para verla en exclusividad. Luego, que  si uno hace ruido comiendo pipas, y eso es algo tedioso, ¿nos cargamos pues al niño de marras que no para de moverse? ¿Echamos al gracioso que se pone a teclear con su móvil? ¿Al que no para de preguntar susurrando, pero con un tono que parece que puede atravesar todo el espacio de la sala?

No soy muy ávido a ir al cine, principalmente por lo cara que están las entradas, ahora le añadiremos el no poder traer comida de casa, o no, ya que FACUA ha actuado, en mi opinión, correctamente.
Se nota que somos de la provincia de Cádiz, ya que nos hemos ido por las ramas al hablar de la comida. Lo más raro que he visto, en mis pocas ocasiones de tocar un cine, son hamburguesas. Ahora, si alguien se trae de casa un potaje, o el marisco que le sobró del otro día, ni lo sé ni me importa. Por mucha comida extraña que traigan, mascar y tragar no me van a insonorizar unos buenos altavoces por la sala.

Si ya está difícil ir al cine por el alto costo del ticket, si esa prohibición siguiera en vigor, menos gente irá. Quizás traer comida no les de beneficio al cine, ¿o quizás sí? Porque si la gente se une al gran grupo de los que se desconectaron de la gran pantalla, entonces, en cierto modo esa comida si daba beneficios.

El verdadero problema de esto es la educación. Ya que, igual de jaleo puede hacer un chaval comiendo, que un grupo de fans descontroladas, que un grupo de chavales riéndose por bromas que gasten entre ellos, el niño que se aburre… Y con las basuras igual. No es tan difícil meter en una bolsa de plástico la basura que se genere. ¿Y si el cine incluyera con las entradas unas bolsas de plástico para ello? No existirían las excusas para no tirar los desperdicios.

Creo que la cuestión recae verdaderamente en cómo hacer para que la gente tenga menos excusas para ensuciar una sala, que en prohibir los alimentos caseros.

El cine dispensa un servicio, que es el filmográfico. Mientras no se lleve una cámara que pueda vulnerar esa función, me niego a pensar que la crisis de los cines sea la alimentación. Estamos dando tumbos en un campo absurdo. ¡Que se llegue a un acuerdo entre productoras, distribuidoras y cines para poner las entradas más baratas y ya verán cuantos más tocan el cine!

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