To er mundo e güeno

Te lo digo por tu bien

No cabe duda de que se trata de una de las frases más paternalistas que se emplean en educación, y hubo un tiempo (no tan lejano)

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Cuando unos padres están intentando que sus hijos les escuchen, y hagan caso de lo que les están diciendo, suelen emplear un argumento muy simple, tan simple que en la mayoría de los casos esos hijos suelen mostrar una cierta desconfianza en lo referente a su validez: “Te lo digo por tu bien”. Y nadie se sorprenderá si digo que cuanto más mayores sean los hijos más exteriorizan esa desconfianza, y más requieren una explicación alternativa a esa supuesta “fe ciega” en lo que sus padres “dicen saber” qué es mejor para ellos.

No cabe duda de que se trata de una de las frases más paternalistas que se emplean en educación, y hubo un tiempo (no tan lejano) en el cual decirle a otra persona “te lo digo por tu bien”, no estaba mal visto, ni era algo exclusivo de los padres.

Dicho por supuesto en tono de consejo, no en el de advertencia o amenaza. Cuando alguien le decía a otro esta frase, le estaba diciendo: “yo sé bien lo que te digo (léase lo sé mejor que tu), y te lo digo porque quiero que tu sepas que es lo mejor para ti”.

La semana pasada traté aquí sobre la “hiperpaternidad”, un fenómeno propio de padres que muestran un exceso de celo en la crianza y educación de sus hijos, e intentan incluso anticiparse a sus deseos, buscando siempre “lo mejor” para ellos.

He aquí la incongruencia, pues tradicionalmente han sido los padres los que dicen haber sabido que era lo mejor para sus hijos, y aunque generalmente han tenido en cuenta sus deseos, estos no han constituido la base principal para decidir sus acciones educativas, especialmente cuando estos son menores de edad.

Esto no quiere decir que no se deba razonar a los niños lo que se les diga, pero lógicamente ellos suelen poseer una capacidad de juicio menor que la de los adultos, y unos padres no pueden convertirlo todo en un permanente debate. Busquemos el término medio.

Criar y educar a los hijos al estilo de un “superpadre”, manteniéndoles en una burbuja protectora e irreal, no es precisamente una buena manera de ayudarles a que adquieran más seguridad en ellos mismos. Igualmente, actuar con los hijos de una manera “superpaternal”, puede volverlos desconfiados y desorientar su sentido crítico, pues los consejos paternalistas y sin razonamiento, aunque se den con la mejor intención, cuando fallan siembran la frustración en los hijos.

En ambos casos los hijos son engañados por unos padres en los que confiaron, pero que les negaron la oportunidad de vivir la realidad de la vida, o la posibilidad de decidir de forma razonable sobre lo que les decían. La “hiperpaternidad” del “porque tú lo vales”, puede seR tan mala como el “hiperpaternalismo” del “te lo digo por tu bien”.

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