Sindéresis

No sois una manada

Un grupo de ejemplares humanos jóvenes que se coaligan para forzar a una chica a tener sexo con ellos a través de la intimidación y el alcohol no es una manada.

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Los animales con cierta arquitectura social se agrupan en manadas. Tienen machos y hembras, crías y ancianos. Aprenden reglas y maneras. Sobreviven juntos porque ese es el sentido de su proceder; su naturaleza.

Un grupo de ejemplares humanos jóvenes que se coaligan para forzar a una chica a tener sexo con ellos a través de la intimidación y el alcohol no es una manada. Es un grupo de perdedores, una muestra no socializada que de algún modo ha sido incapaz de aprender los mínimos rudimentos de supervivencia en una sociedad con machos y hembras, crías y ancianos. Sin esa transitoria agrupación de individuos que usan la fuerza y la ocasión como si se tratase de una cacería, se debe entender que no serían capaces de copular por sí mismos, de uno en uno, como parte de una manada formada por machos y hembras, crías y ancianos.

Estos elementos no socializados, que son algo malo en conjunto y de modo individual serán incluso menos que esto, tienen cabida solo en un sitio, dentro de nuestra gran manada humana, y este sitio es la cárcel. Allí dentro gozarán de la enorme suerte de comprender lo que sucede cuando estás en minoría, muy franca y muy minoría, dentro de un grupo mayor formado por machos no socializados que también tienen algunos problemas para copular de modo individual y con el consentimiento de la hembra.

Es en cierto modo estimulante imaginar cómo van a recordar una y otra vez, una y otra vez, sus propias palabras, que fue sexo consentido porque la chica no se lio a hostias con ellos. Cuando se queden paralizados como un conejo frente a un faro, en las duchas, en la sala de hacer la colada, cuando los rodeen y les den instrucciones precisas sobre cópula no consentida, espero que recuerden sus propias palabras, su propia medicina.

Pero no son los únicos que no pertenecen a la manada humana, ni de lejos. Hay una cierta cantidad de especímenes de nuestra especie que, aunque vivan en casas con familias, son igualmente bastardos asociales, ruines, alimañas que no entienden, que no saben, que no quieren a nadie. Que la critican a ella. Que los justifican a ellos.

Gente que, en una sociedad sana, serían rechazados, aislados o aleccionados hasta que aprendieran una lección muy sencilla, muy básica, muy instintiva.

Una manada protege a sus crías; siempre.

No os quiero ver ni en pintura. Si vais a abrir la boca y me veis, cerradla, rápido. Si vais a comentar algo cuando cruce una niña sola con la ropa que le salió del espejo ponerse, os calláis y, en todo caso, vigiláis. Que no le pase nada.

No es porque pudiera ser mi hija; es porque se trata de un ser humano de mi manada, seguramente una cría, y una manada protege a sus crías; siempre.

Aunque se emborrachen. Aunque sean revoltosas. Aunque digan una cosa y después la otra. Aunque se metan en jardines. Precisamente cuando se meten en jardines.

Si no vais a ayudar, os calláis. Si no vais a respetar, os metéis en casa. Si vais a tocar a una cría humana sin su permiso, os cortáis la mano derecha con la izquierda. Y si vais a intentar que vuestra ley reptil predomine en esta que es mi manada humana, haréis bien en recordar que tenemos dientes, y no están ahí para morder a nuestras crías.

Sino para protegerlas.

Siempre.

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