Sindéresis

Miserables

Por mucho que podamos hablar o sentir, los miserables son los que deciden matar, los asesinos son los que matan.

Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad AiPublicidad Ai

Mientras el personal que trabaja en las tiendas de la zona, tras escuchar los gritos y los golpes, atendía a la gente que entraba, presa de un ataque de pánico, quizá sin saber dónde estaban los suyos…

Mientras el primer vecino decidió abandonar el balcón y correr escaleras abajo. Mientras un hombre sujetaba la mano de un hombre muerto. Mientras alguien decidió usar el móvil para llamar y no para fotografiar.

Mientras los coches se apartaban para que las ambulancias volaran. Mientras los mossos marchaban al trote en busca de la muerte. Mientras ya se sabía lo que pasaba y pasaría…
Algunos entraban en sus cuentas de twitter para medir mucho sus palabras o para no medirlas en absoluto. Algunos miserables decidían no usar la palabra atentado y otros miserables decidían usar la palabra musulmán. Una miserable hablaba de los Reyes Católicos, uno de las consecuencias de nuestros actos y otro de la turismofobia.

Miserables más mundanos hacían chistes sobre catalanes muertos, sobre publicidad para sus libros o sobre religiones más o menos tolerantes. Algunos miserables niños pera se emocionaban sacando su batería de conspiranoia, de racismo, de buenismo, de simplismo, de catastrofismo y saldaban viejas cuentas.

Pero. Son alelados ausentes de la realidad que no merecen un minuto de odio por más que lo busquen o aunque les sorprenda recibirlo, porque, seamos honrado, lo que diga alguien en un tweet es un problema del primer mundo, un problema de pijos, una mancha de café en la esquina del mapa de Australia. Volcamos nuestro odio hacia ellos como si fuesen asesinos. Y luego nos extrañamos de que haya una ley mordaza que en el fondo nos encanta usar a nivel privado según con qué cosas y según para quién.

Como si no hubiese habido un grupo de asesinos reuniendo bombonas de butano en una vivienda para preparar una explosión que arrasase con cientos, cientos, de personas de todas las edades y condiciones, de todas las mentalidades y etnias. Como si no hubiese habido dos asesinos en el mundo real aplastando gente con un vehículo. Como si en el suelo de Barcelona no hubiesen quedado muertos progresistas y conservadores, machistas y feministas, retrógrados y clarividentes, muertos para siempre, enviados a un sitio donde no llegan los tweets ni las promesas.

Como si no fuese toda esta mierda precisamente la que buscaban. Como si no hubiese imanes que no usan Twitter, sino el megáfono de la religión, para ordenar estas muertes. Como si los asesinos fuesen otros, aparte de los asesinos.

¿Queréis morder? Morded un palo. E imaginaos que algún herido de gravedad o la madre de alguien asesinado os está leyendo. Imaginad que estáis en un velatorio, aunque sea un par de días. E imaginad que a un lado tenéis a un twitero y al otro a uno de los asesinos, y solo os queda una bala, una dosis de pentotal sódico, una hora para interrogar a alguien.

Imaginad que el mosso que se enfrentó a tiros a ese grupo de asesinos pudiese leer vuestras palabras antes de entrar a saludar a la muerte e imaginad que debe creer que merece la pena arriesgar el pellejo por nosotros. No es tan difícil. Por mucho que podamos hablar o sentir, los miserables son los que deciden matar, los asesinos son los que matan. ¿O tú has matado a alguien en el peor día de tu vida? Los miserables son los asesinos.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN