Sindéresis

Entre todos

Pongamos por caso que escribo una carta o publico un vídeo en que digo que voy a matar al presidente del gobierno.

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Cuando lees o escuchas ciertas noticias, da la impresión de que las víctimas de violencia de género se mueren solas, ¿verdad? Como la muerte súbita del bebé, como un caballo que se desploma y, al ser un percherón sin valor, nadie va a hacer la autopsia.

A esas mujeres las matamos entre todos. No son las únicas personas que mueren por la laxitud y canibalismo de un sistema dirigido por y para psicópatas, soy consciente, pero hoy estoy hablando de ellas. Y digo que las matamos entre todos por varios motivos. En primer lugar, yo dudo mucho que, tal y como se están planteando las cosas, se vaya a erradicar esta lacra. Ni con manifestaciones, ni con nuestra repulsa, ni endureciendo las penas, ni diciendo a las mujeres lo que tienen que hacer o no hacer en cada caso. De hecho, cuando se le da un término general a algo, y se le trata siempre en genérico, se acaba pensando que puede vencerse con medidas genéricas, con una disolución de voluntad en un mar de conflictos.

Una mujer amenazada necesita protección. Pongamos por caso que escribo una carta o publico un vídeo en que digo que voy a matar al presidente del gobierno. A mí me detienen y a él lo protegen el doble, ¿verdad? Pues con esto pasa lo mismo. Solo que no pasa.

Hablando del gobierno, digo que las matamos entre todos porque, cuando un gobierno presenta unos presupuestos generales del Estado que no sirven ni para hacer trípticos, y otros grupos políticos aprueban esos presupuestos a cambio de prebendas, están matando mujeres. Las están dejando desprotegidas. Porque los asesinos están y van a seguir estando ahí. Quiero ser muy específico en este punto: todo el que aprueba unos presupuestos generales del Estado que no aseguren unos mínimos en asuntos que cuestan la vida de las personas, son corresponsables de estas muertes. Y los que los votan en la siguiente oportunidad, espero que sientan un pellizco de vergüenza en las tripas.

Somos responsables los que callamos cuando alguien dice en una reunión de barra o coche que él se cargaría a su mujer antes que permitir que lo deje pelado en un divorcio, o si le pusiese los cuernos, o si… Ese tipo de afirmaciones merecen un frenazo y una mirada, con esa indignación que da lugar a los comentarios indignados en redes sociales de “yo le cortaría los huevos”, pero en vivo, para que sirva de algo. Somos responsables cada vez que no aceptamos en un trabajo a una madre soltera porque nos va a dar problemas que si con el médico de los niños, que si con no sé qué.

Somos responsables cuando decimos de tal mujer que es una zorra; en prácticamente el 99,9 % de los casos, es una expresión que define a quien la usa. Somos responsables cada vez que detectamos un tipo de bullying muy específico y muy machista en los colegios, y no nos interesamos por el tipo de casa en que se estará criando ese niño. Y cuando escuchamos a una compañera decir que no va a la comida de empresa y se le amarga el rostro, y sonríe apurada porque se ha dado cuenta de que ha abierto una ventana que no debía usarse para mirar, pues verás, si no hacemos nada, si incluso la criticamos, somos responsables.

Pero todo eso son detalles, matices y circunstancias indirectas y poco controlables, ya que nada garantiza que puedas incidir en los instintos homicidas de otro reprobando su talante machista o posesivo. De hecho, nadie te garantiza que un tipo mate a su mujer porque es machista, y no porque simplemente tiene la tolerancia a la frustración de un jabalí o un tumor en la cabeza. Porque un bombero no se pone a discutir el origen de un fuego cuando hay que rescatar personas.

Somos responsables porque nuestros recursos y nuestras puertas deberían estar abiertas y disponibles para que ninguna mujer que necesite auxilio desayune esa mañana con su asesino y cene tierra la misma noche.

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