Sindéresis

En la niebla

No sabemos el daño que hacemos con nuestras palabras y nuestras miradas y nuestras manos. Y no lo queremos saber.

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Escucha. Vivimos y morimos en una niebla que hace que los demás no vean dónde tenemos los pies, hacia dónde vamos o de dónde venimos, cómo de firme es nuestro suelo. Y nos pisamos y empujamos y matamos entre nosotros debido a esta ceguera.

La niebla emana de nuestras cabezas egoístas, de nuestra mala baba, de nuestra autocompasión y cobardía. Nace en las aulas donde es mejor que no veas que el suelo que pisa el niño al que acosas cada mañana, está plagado de gotitas de sangre de la nariz de su madre. Es una niebla que se espesa con el tiempo, y que cubre las manchas de semen no aceptado que ensucian las pisadas de la chica a la que dices cosas que no dirías a una hermana.

Pasas al lado de un tipo que ha salido a practicar deporte con la ropa más ridícula del mundo, que no hace más que marcar su exceso de grasa, y te ríes de él, tú y tus amigos, y no sabes que bajo sus pies solo hay un escalón, y que detrás está el abismo, y que acabas de empujarlo.No sabemos el daño que hacemos con nuestras palabras y nuestras miradas y nuestras manos. Y no lo queremos saber.

A no ser que no tengamos conciencia, en cuyo caso nos importa poco.

Con la política y el gobierno de los países sucede exactamente lo mismo, solo que, para los que mandan, es la nación entera la que queda inmersa en esta niebla. Cuando trasladamos dinero del presupuesto de Sanidad a otra partida, entendiendo que esa partida puede ser perfectamente nuestra cuenta en Islas Caimán, estamos haciendo que Ignacio el soldador se muera en el pasillo del hospital antes de pasar por triaje. Cuando los primeros recortes, no los últimos, los primeros, se hacen en los presupuestos para la dependencia, hacemos que Carmela jamás reciba el comunicador de teleasistencia y que no sea atendida por una ambulancia, sino encontrada por sus vecinos. Recortamos y matamos, vaya.

Cuando nos dejamos comprar por los bancos y no hacemos nada con una ley hipotecaria que es la vergüenza de Europa, empujamos a miles de personas que están encima de un escalón, sobre el abismo. Cuando decimos que en un país hay armas de destrucción masiva a sabiendas de que es falso, matamos a centenares de miles de niños.

Para espantar la niebla y no ser ajenos a nada de esto, para entender las consecuencias de nuestros actos, no hay nada mejor que vivirlos en carne propia. Sufrir el buylling para entenderlo, sufrir el hambre para entenderla, sufrir el frío para entenderlo. Todas estas decisiones propias de sociópatas no es que mermen nuestra calidad de vida, que lo hacen, no es solo que se lleven vidas por delante, que lo hacen, es que nos restan la libertad de vivir, porque no hay libertad sin miedo, y los que nos gobiernan nos han cantado la canción del miedo para que todo el tiempo pensemos que podría ser peor, que al menos le ha pasado al de al lado y no a mí. Porque los muertos no votan.

Si queremos que los gobernantes vean a través de la niebla, quizá sería bueno que sufrieran como sufrimos, que sufrieran buylling, hambre, frío, miedo e indefensión. Ahora que caigo en la cuenta, creo que ese es el motivo por el que se crearon las cárceles. Sí, confiemos en la reinserción para ellos. Confiemos en que todas esas almas sociópatas tienen la posibilidad de reinsertarse en la cárcel, porque es una solución más civilizada que la que toca cuando alguien saquea nuestro granero y quema nuestro hogar en invierno. Encerrémoslos.

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