Es la historia interminable. Una especie de día de la marmota en versión Unai Emery que continúa con su nefasta racha en el Camp Nou y lo que es peor, negado de cara a plantear los partidos ante los llamados grandes.
El sábado ante el Barça el vasco volvió a dar una lección de lo que no hay que hacer cuando se visita a un coloso como es el conjunto culé. Meter a prácticamente diez futbolistas en tu propio terreno defensivo lleva a, primero, que el rival se haga dueño y señor durante 90 minutos tremendamente largos y, segundo, a que un equipo como el Barcelona de Messi, Neymar, Suárez y compañía siempre, hagas lo que hagas, terminará generando ocasiones ciertamente claras. Es decir, la pregunta de tantos: ¿para qué encerrarse si al final te terminan marcando?
Lo más negativo es que un bloque como lo es este Sevilla, que en estadios de rivales de inferior entidad arrasa con un fútbol práctico, no intente nunca sacarlo a relucir en los feudos más rocosos como el Calderón o el Camp Nou. Tampoco vale de ejemplo el suicidio llevado a cabo hace un año en el Bernabéu ni el terror escénico de Mestalla que a punto estuvo de dejar al Sevilla sin final europea.
Es evidente que Emery es un gran entrenador para encontrar la regularidad durante el transcurso de un año, pero sin ganar alguna vez a los de arriba difícilmente terminará alcanzando objetivos tan deseados como lo puede ser la Champions. Lo de las curas de humildad también cansa hasta al más humilde.
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