El jardín de Bomarzo

Cuentas y flores

El reverso del choco donde corpóreamente se detiene casi a diario, donde esta fría mañana de mediados de diciembre de este 2014 remueve pensativo su cortado mientras medita si desdibujar la espuma del mismo con un chorrito de algo fuerte de Jeré

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Rafael, natural de Cádiz, provincia, ciudadano andaluz, territorio de esta España ardiente. Cari le llama quien a su vez responde al sobrenombre de Gordita, su compañera de jergón, desempleada tras perder puesto en un taller cuando un ERE extintivo aniquiló a una de las dos costureras y, desde entonces, vive de lo de él; Pare o Papi le nombran sus hijos, depende de si el chico de doce o la nena de nueve, Rafaelito su mama y Fali o Falito en ese tugurio gaditano llamado El reverso del choco donde corpóreamente se detiene casi a diario, donde se acumula tanta bacteria en las juntas de azulejos que si sobrevives a una ensaladilla con gamba, una si hay suerte, tu plasma sanguíneo puede considerarse apto para combatir el ébola, y donde esta fría mañana de mediados de diciembre de este 2014 remueve pensativo su cortado mientras medita si desdibujar la espuma del mismo con un chorrito de algo fuerte de Jeré, me encanta, o si servirlo en una copa de balón aparte, me encanta más, mientras la imagen de la tele cutre de ese antro con brillo a fritanga refleja a Mariano, el lento, y una voz fina habla de no sabe qué sobre la reforma fiscal y de una ley de transparencia que desvela que Moragas, jefe de gabinete o lo que viene siendo secretario del presidente, gana nada menos que 35.001 euros, un 44,76 por ciento, más que su jefe -¿eso dónde se ha visto?, opina, ¿que el secretario gane más que el jefe?, prosigue, ¿no saben ni repartir?, ¿o sí que saben...?, sentencia-. ¿Reforma fiscal? ¿35.001 euros más sobre los 78.185 que gana Mariano?

Cuentas. Mientras, niega lento y decepcionado con la cabeza, remueve rítmico y pensativo cucharilla en mano, piensa qué anotaría en esa web de la transparencia sobre sus números y de lo que ha sido de él hasta estos 42 años que su pellejo suma desde que estudiara FP de segundo grado como administrativo, trabajando desde los 21 años en una empresa de trasporte donde poco a poco escaló hasta llegar a ser oficial de primera con un sueldo bruto de 2.150 euros al mes en catorce pagas, lo que le da para tener una familia normal, que desarrolla presente en un piso de 72 metros muy normal, dentro de un barrio normalito y, cómo no, que circula en un vehículo de esos con cuatro ruedas y tantos o más bollos. Todo, de lo más normal. Cobra 30.100 euros brutos al año, cinco mil menos que los que acumula de más Moragas sobre Rajoy.

Antes de llevarse a su casa ese dinero, hace cuentas, deja en la seguridad social su aportación como trabajador, algo más del seis por ciento y que le restan 1.926 euros al año. A su sueldo bruto también debe descontarle la cuota de IRPF, que para este año que termina ha sido de 4.977 euros. Por su casa y por su coche, prosigue, la administración local, que es su ayuntamiento, le hace pagar dos impuestos: el IBI, 350 euros, y el impuesto de circulación -el sellito de toda la vida- por un importe de 120 euros. En su casa, mientras encienden la luz y el calefactor, mientras calientan el agua y cocinan, de los 155 que pagan al mes en gas y electricidad -1.860 euros al año- el estado se lleva 558 euros, sin contar los famosos peajes que se pagan en la factura de electricidad por las subvenciones, las renovables, etc. Su coche no es que gaste mucho, pero no puede evitar tener que dedicar al menos unos 65 euros mensuales -780 al año- en gasolina; el estado también aprovecha para llevarse, de ese dinero, 351 euros en impuestos de hidrocarburos.

Aficionado como es a detenerse en El reverso del choco, gusta de saborear caldos de diferente graduación según hora sin, por ello, caer en excesos. En total dedica unos 70 euros al mes a eso de alzar vidrio sobre barra fija, unos 840 euros al año; 311 euros que se lleva el estado por impuestos sobre alcohol. ¿Tabaco? No ha podido vencer su adicción. Tras probar parches y recaer, se pasó al de liar y, de ahí, a esos de vapor que era como darle una calada a un tubo de escape: gasta en cajetillas de rubio una media de 110 euros al mes, de lo cual hacienda, que no conoce a nadie, no escatima y de los 1.320 euros al año se queda con el ochenta por ciento, 1.082 euros. Es decir, ha pagado por esos cuatro impuestos especiales un total de 2.302 euros al año.

Haciendo la cuenta, de los 30.100 euros brutos que cobra, una vez descontados lo que tiene que afrontar en seguridad social a cargo del trabajador, el IRPF, los impuestos especiales y los impuestos locales, le restan para realizar otros consumos 20.895 euros. Es decir, se ha dejado por el camino de las haciendas un 30 por ciento de sus iniciales y, piensa, míseros 30.100 euros.

Flores. La mayoría de los productos, después de la última subida de 2012, están gravados con el 21 por ciento. Otros, menos, lo están al 10 por ciento en el tipo reducido, y por último, algunos quedan al súper reducido del 4 por ciento -qué lejos aquel tipo general del 12 por ciento con el que nació este impuesto en 1986-. Suponiendo, para simplificar, un gravamen medio del 15 por ciento, si nuestro Rafael se dedica a consumir con el resto de su sueldo tendría que pagar 3.134 euros al año de IVA. Si sumamos lo que llevamos pagado de gravámenes hasta ahora, resulta una cantidad total de 12.339 euros al año. O sea, un 41 por ciento de lo que gana o, lo que es lo mismo, 150 días de los 365 que tiene el año, cinco meses mal contados de trabajo para pagar impuestos. Mientras, lee en el Viva, antes había otro periódico por allí cuyo nombre no recuerda, la noticia de que hay comunidades autónomas donde no se pagan impuestos cuando uno hereda y que, parafraseando a Julio Pardo, Dios no le dio la suerte de nacer en Andalucía en lo que a materia tributaria se refiere, donde uno puede pagar hasta por sus muertos, con perdón. Ha leído lo de la reforma fiscal y ha hecho los números. Esta noche se dormirá pensando a qué dedicar los 494 euros que dentro de 2 años ahorrará de IRPF tras esta reforma fiscal, lo que viene siendo cinco días de trabajo cuya ganancia hoy destina obligado a pagar impuestos y en 2016 quedarán en su cuenta. Cinco días.

Sobre el IVA, pese a las recomendaciones de la comisión europea al gobierno español de subirlo, la reforma fiscal mantiene inalterados los tipos de gravamen, con el objetivo de no dañar, aún más, el maltrecho consumo, dice ahora la chica mona de la tele: “Aún así se ha modificado la tributación de algunos productos sanitarios, en cumplimiento de las exigencias de Bruselas, que pasan del 10 al 21 por ciento y, por el contrario, otros como las flores y plantas vivas pasan a tributar del 21 al 10 por ciento”. Curarse será más caro, medita; enamorar regalando flores, en cambio, más barato. ¿Flores? Le debe un ramo a su comadre la genio por lo de su retoño Gonzalo nacido esta semana, y otro, apunta, para junio a quien si es chico podría llamarse Daniel. Felicidades. El mismo ramo, con esa diferencia de IVA, le costará 2.20 euros más hoy que para entonces, lo que viene a ser el precio de ese trago de Jeré, me encanta, que al final decide no tomar, quizás lo mejor sea olvidarlo todo y detenerse en el puesto de la esquina a comprar flores para su costurera desempleada a ver si con ello asegura fuegos de artificio multicolores para esta noche fría bajo el edredón de pluma de gaviota gaditana y, así, retozando feliz, olvida los casi cinco meses al año que madruga y trabaja para que, entre otras cosas, el guaperas que acompaña a Mariano, el lento, luzca bello y a la moda en todos los actos presidenciales por el módico precio de 113.186 euros al año. Casi se era más feliz no sabiéndolo.

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