El jardín de Bomarzo

El futuro de Marty

La fragmentación parlamentaria, vivida también en los cabildos municipales, se ha confirmado como la respuesta ciudadana al descontento con el mundo político, incapaz de renovarse

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“Las crisis se producen cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer”. Bertolt Brecht

La fragmentación parlamentaria, vivida también en los cabildos municipales, se ha confirmado como la respuesta ciudadana al descontento con el mundo político, incapaz de renovarse, como le sucede al PP, o de hacerlo a medias y mal, como demuestra el PSOE. Sólo fórmulas nuevas, sin demasiado recorrido, sin mochilas y así se escala más deprisa, admiten crecimiento en intención de voto. El vertiginoso auge de Podemos está encontrando parecido ritmo de caída antes de meta, tal vez porque el radicalismo tiene su momento álgido coincidente con el de furia social, tal vez por tanta memez junta que no hace más que sembrar dudas; Ciudadanos circula distinto y llegará a diciembre en la cresta de su ola, de hecho ya se le sitúa en la órbita de los sesenta escaños, una barbaridad teniendo en cuenta que en Andalucía, que es el territorio que más aporta, es muy difícil que obtengan más de cinco: dos por Málaga, dos por Sevilla y, en el mejor de los escenarios, otro por Cádiz. En todo caso, del 20D saldrá un Congreso fragmentado donde, al igual que sucediera en la mayoría de los ayuntamientos, en el Parlamento de Andalucía y en Cataluña, habrá que negociar investiduras, acuerdos, programas y solo el tiempo dirá si esta división es conveniente o lo contrario. Sobre esto disertó Felipe González en el Foro Económico de Caja Rural en Sevilla esta semana, alertando de los perjuicios que para la comunidad representará este nuevo tiempo político. Seguramente tenga razón. Es lo menos a sesenta mil euros por conferencia de algo más de cincuenta minutos que, según caché, percibe el ex presidente. Y hace bien, la experiencia tiene un precio y él se lo pone, otra cosa es la comparativa resultante en su memoria entre aquél joven con chaqueta de pana en Suresnes, brazo en alto, y este otro reconvertido en cronista del presente que tarifa el minuto. La evolución de la especie.

En el PP. El clima interno dentro del Rajoy Team se está demostrando difícil de respirar, tenso, decaído, en espera del batacazo para, desde él, resituar posiciones. Mientras que Juan Manuel Moreno quisiera renovar el partido desde ya alejándose de históricos como Paco de la Torre, Celia Villalobos, Arenas e, incluso, Teófila y Zoido, las listas al Congreso y Senado le van a llevar la contraria. Y si no acomete con mayor contundencia es por temor a que Madrid no le respalde y, encima, quede desautorizado ante todos, lo cual sería muy dañino para su autoestima. En voz bajita, porque en el PP nadie se atreve a alzar la voz, todos, al menos los de abajo, piden renovación y se preguntan cómo ilusionar al electorado con las mismas caras de siempre y, sabiendo como saben, que la marca no brilla precisamente por ser simpática sino todo lo contrario. El PP hoy es un partido antipático que, con las mismas caras, poco más puede hacer que intentar movilizar a su electorado, lograr que el día de las elecciones los suyos de siempre no se queden en casa o, lo peor, fluyan en tropel hacia Ciudadanos, que parece más centrado y con sutil toque progre porque ahora está pescando en el caladero del PSOE, que es el centro-izquierda. Donde hay más votos.
Nadie se atreve a decirle a Mariano, el lento, nacido en Santiago de Compostela en 1955, 60 años pues, que su partido se ha hecho mayor y que este país, hoy, no está para viejos. Un debate entre Rivera, Garzón, Iglesias, Sánchez y Rajoy sitúa al PP dos generaciones por encima, dos, demasiado; vaya por delante el hecho de que medir capacidades por la edad es tan estúpido e irracional como hacerlo por sexo, tamaño o color, pero esta sociedad nuestra compra imagen y simpatías por encima de lo demás. Y de Cádiz, dos cosas: persiste la idea de que la lista al Senado la encabece Pelayo, pese a su imputación por lo de Fitur 2004, mientras que al Congreso son fijos, en principio, Teófila y Landaluce, la pelea está en el tercero y que es lo máximo que sacará, se opina, en la provincia; Loaiza es lo más razonable, Candón ya sabe que se queda lejos, al igual que Moresco pese a las promesas de entonces, mientras que otros candidatos no hayan impulso para colarse donde los pesos pesados. Y, dos: en Tarifa se prepara moción de censura para sacar al PP del gobierno, la clave la tiene el PA, que pactará con PSOE e IU para desgracia de Juan Andrés Gil.

Uno y dos. La historia de la política está repleta de casos en los que se refleja que no todos los segundos tienen madera para ser primeros. Como ejemplo, Rubalcaba, tan excepcional número dos como mediocre uno. Claro está que todo líder aclamado un día fue segundo de alguien. Pero me trae no eso sino lo habitual que resulta cuando un primero, líder, abandona el cargo y, dedo en alza, señala y coloca sucesor, de su cuerda, tal vez en la idea de darse continuidad en la figura de otro, o otra, que cuando se sienta en el sillón del poder piensa, decide, camina por sí mismo, o misma, no solo olvidando a aquel dedo que le puso sino, incluso, retándole. Lo olvidó Griñán cuando Chaves le eligió –amigos suyos de la prensa le preparan una comida homenaje en Cádiz…-, inseparables antes, de cine en parejas los jueves noche; lo olvidó Susana cuando Griñán la instaló y, más tarde, Sánchez cuando Susana le empujó hacia donde está, lo han olvidado tantos alcaldes de sus antecesores. Como ejemplo, la hostilidad manifiesta e íntima conocida entre el alcalde de Chiclana, José María Román, y el vicepresidente de la Junta, Manuel Jiménez Barrios, anterior alcalde y dueño del dedo; aunque derrame cordialidad, como en él es habitual, en esto y en todo lo demás tiene muy claras sus preferencias... Hace bien. Hay otros distanciamientos dolorosos actuales, gentes que no hace mucho fueron como los piñones de una piña, que se pintaron juntos la cara de colores y que hoy se alimentan de rencores.

Técnicos. Bien saben ellos que durante años han sido tratados en esta mi sección con respeto, cariño y consideración. Los técnicos son piezas claves dentro del organigrama de la administración pública, sobre todo en ayuntamientos, pero actualmente están corriendo un riesgo, al menos en algún caso. El técnico no es político. La negociación, la decisión, es del político, que para eso está. Pero éstos tienen tanto temor por las consecuencias de una firma mal puesta que terminan cediendo la negociación política, parapetándose tras unos técnicos que afrontan asuntos políticos desde un punto de vista técnico y esa es una línea fronteriza que ninguno debiera atravesar. Por lo demás, Secretarios generales e interventores, los llamados cuerpos nacionales, son en realidad quienes marcan el ritmo de latido de las admninistraciones.

Futuro. Este lunes se reúne el Consejo de Ministros para disolver las Cortes y convocar elecciones para el 20 de diciembre, dando fin a una legislatura que, por muchas razones, pasará a la historia, será recordada por cuanto en ella queda reflejada la instantánea de una época donde, como decía Brecht, lo viejo no ha acabado de morir y lo nuevo no termina de nacer. Para muchos, también, es el fin del trayecto, pero me queda la sensación de que todos dejamos atrás cosas que no volverán. Como sucediera en la revolución industrial de finales del XVIII y principios del XIX en lo que fue la transformación económica, social y tecnológica, lo de este tiempo será analizado en décadas venideras como el momento que marcó el cambio necesario, de un final, de un principio. Apasionante y tenebroso este presente donde al minuto lo sabemos todo y todos, donde no quedan espacios en sombra, donde prima lo inmediato, la velocidad, todo ello manejado por seres humanos genéticamente mejores en todo, incluso en su perversidad. No es, en definitiva, el futuro al que viajó Marty Mcfly en su DeLorean en 1985, qué duda cabe, pero ofrece indudables posibilidades para quien ambicione. ¿Qué nos deparará el futuro? ¿Qué mundo veríamos en 2045 si, como Marty, viajásemos treinta años impulsados por un rayo? ¿Se lo imaginan?

Bomarzo

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