¿Cuánto vale un ladrillo ahora mismito?

Si los técnicos han constatado que no hay baja temeraria y la obra vale ocho millones, ¿quién carajo hizo el presupuesto de trece millones de euros?

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Amí me lo tienen que explicar. No es por nada, sino porque así yo puedo explicarlo si es que llego a entenderlo, aunque hay veces que es mejor no entender las cosas para no cabrearte. Ni tener que explicarlas. De todas formas dicen que las van a explicar esta semana que entra, pero lejos de tranquilizarme, todavía me pone más nervioso. Y entre cuarto y mitad de Alprazolan y contarlo, que contando las cosas las aguas se aquietan, prefiero contar mis cuitas.

Me refiero a rehabilitación del Ayuntamiento, que también a la hora de elegir la palabra que defina ese proyecto encuentro problema. Rehabilitar significa devolver algo al estado en que se encontraba antes y ya me surge la primera pregunta que me temo que no va a tener una única respuesta. ¿A como estaba antes de qué? ¿Antes de cuándo?

Ya saben ustedes que servidor fue muy crítico con el anterior alcalde en este tema cuando Pepe Loaiza decía que lo hacía falta era arreglarlo para que pudiera utilizarse como oficinas municipales y dejar de pagar los alquileres que se están pagando por nuestros servicios municipales diseminados. O sea, hacerle un lavado de cara, arreglar los tabiques, encalar las paredes o pintarlas según el caso y si fuera necesario, meter fibra óptica que hará falta para los nuevos sistemas de comunicación. Eso no costaba más de cuatro millones, decía Pepe Loaiza, que amenazó incluso con presentar un proyecto que menos mal que no lo presentó. Si lo hicieron o no, no lo sé ni viene al caso.

A eso le llamaba yo una chapuza que no se merecía ni se merece un edificio Bien de Interés Cultural y uno de los mayores edificios neoclásicos de España, si la memoria no me falla (aunque desde que me he aprendido eso que dice Javier Cano de “salvo error u omisión”, siempre acierto). Y lógicamente, al alcalde que así lo pregonaba, un chapucero.

Eso, gracias a Dios, lo evitó la Junta de Andalucía diciendo que había un proyecto ganador de un concurso de ideas que era el que había que seguir y así lo defendía también la alcaldesa actual cuando no era alcaldesa. Otra cosa es que Francisco Márquez, el arquitecto, ajustara el proyecto para que resultara más barato quitando, por ejemplo, el salón de plenos colgante y la entrada del coche del alcalde al garaje sin tener que bajarse en la misma calle a expensas de que algún vecino le diga algo.

Al final se habló de fasear las obras, se puso sobre la mesa un presupuesto de licitación de 13 millones de euros y comenzó el proceso de adjudicación que ha finalizado ahora y que ha dejado la obra en menos de ocho millones de euros. ¡Cinco menos que el presupuesto base de licitación!

Ahí es donde me entra el cangüelo, me asaltan las dudas y me inundan los temores. Porque vamos a ver. Si hay ocho empresas que presentan un presupuesto de ocho millones de euros, ¿qué clase de técnicos  han hecho la plica que se han pasado en cinco millones de euros a pagar entre todos los isleños? ¿O en el mejor de los casos, cuándo se hicieron los cálculos, antes de la crisis? ¿Dónde han preguntado por el precio de los ladrillos?

El simple hecho de que se dé esa diferencia ya hace pensar que algo se le escapa a este lego en materia de construcción -hice reforma en mi casa y las cuentas las llevaba mi mujer- porque si ocho empresas dicen que esa obra vale ocho millones, ¿qué más le han quitado al proyecto ganador del concurso de ideas además del salón de plenos flotante y la entrada del coche del alcalde o alcaldesa? O lo mismo no han licitado toda la obra y quedan fases o el ladrillo ha bajado en los últimos meses más de un 30%, que no es lo que dicen los informes sobre vivienda.

Lo último que puedo pensar, pero ya ha dejado claro el Gobierno municipal que han comprobado fehacientemente, es en la baja temeraria, pero todavía me amosca más en vez de tranquilizarme. Si los técnicos han constatado que no hay baja temeraria y se ha demostrado que el presupuesto de ocho millones es factible, ¿quién carajo hizo el presupuesto de trece millones de euros?  (Salvo error u omisión).

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