Es necesario. ¿Pero es posible?

La duda está en saber si como en aquellos años de la década de los 70 del siglo pasado hay talla suficiente en los actuales padres de la Patria.

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Ya he dicho en este mismo espacio  de qué pie cojeo, poco más o menos porque cada vez es uno más que menos y menos que más, así que casi podría decir que no soy sospechoso de que el rojo sea mi color preferido. Que no es que me disguste, pero da mucho el cante y es malo para pasar desapercibido.

Digo esto porque este jueves pasado tuve la oportunidad de escuchar -lo había leído en las agencias de noticias, porque ya se sabe que los políticos van recorriendo ciudades y pueblos diciendo siempre lo mismo, bien porque se lo han aprendido que son los más o porque lo sienten y lo sueltan, que son los menos-, de escuchar, decía, a Carme (que se pronuncia Carma) Chacón en la entrega de los premios a los Valores a la Ciudadanía,  que no están mal como premios teniendo en cuenta lo que ha perdido la  ciudadanía. Y me refiero a su producto interior bruto en particular, no a lo brutos que son algunos productos del género humano. Que también.

No tuve la desgracia de vivir lo peor de la Dictadura e incluso se podría decir que los años de rebeldía coincidieron con una mano cada vez más abierta por la que los que me precedieron hubieran dado un mundo. Pero sí tenía el conocimiento suficiente para saber lo que estaba ocurriendo en los primeros años de la década de los 70 del siglo pasado. Y me daba cuenta sobre todo en contraposición con lo que había sido el tiempo anterior, de posturas irreconciliables y en continua guerra, incapaces de abrir caminos a otro lugar que no fuera el enfrentamiento temido por todos. Por los que se enfrentaron y por los que no lo vivieron pero sufrieron las réplicas de tamaño terremoto social.

Sé que son cosas que no se pueden explicar a personas que no estuvieron en esos tiempos, que han nacido en la democracia joven e insegura que seguimos disfrutando y que piden -exigen- su turno para cambiar el mundo a su forma que ellos ven diáfana y que nosotros consideramos falta de antecedentes que hagan intuir los peligros de las aventuras no calibradas al milímetro. Que quizá por eso sean aventuras y quizá fue una aventura lo que vivimos los que estamos camino de la cumbre de la que ya sólo se puede bajar. O sea, los que vemos más camino cuando miramos hacia atrás que cuando miramos hacia adelante. Pero el hecho de que sea objetivo imposible influir en la generación más joven con posibilidades de cambiar el mundo no nos permite mantenernos en silencio; antes bien, hablar al menos para contar nuestra experiencia. Lo mínimo que se despacha.

Decía Carme Chacón -que lo había leído, pero no es lo mismo que escucharlo- que una casa se va viciando con el tiempo y es necesario hacer reparaciones, que ni siquiera es oportuno cuestionar si se hacen o no, sino a todo lo más ver cómo se hacen y como se sufragan, qué tiene que poner cada miembro de la unidad familiar.

Obviamente hablaba de la Constitución de 1978, la actual, la treintañera a la que se le nota que el traje ya no le queda como cuando tenía veinte, que hay que retocarlo, adaptarlo a los cambios del cuerpo, a la situación política, económica, social... que dista tanto de la que había en aquellos años de incertidumbres y ruidos de sables como espada de Damocles que los españoles supieron soportar con la esperanza de que los responsables de llegar a un acuerdo fueran capaces de alcanzarlo, dejando cada uno aparcado parte de su razón para hacer una razón común.

Es hora de volver a hacerlo, de restaurar la Constitución, de adaptarla, de retocarla. No es hora de hacer una nueva sino de rehabilitar la que hay, la de todos en la que caben todos o deben de caber todos. Y hay que hacerlo -decía Chacón y yo lo apoyo- sin perder todo lo bueno que tiene el texto del 78, los logros sociales que se consiguieron y que corren peligro no de perderse, pero al menos de recortarse, palabra de moda.

La duda está en saber si como en aquellos años de la década de los 70 del siglo pasado hay talla suficiente en los actuales padres de la Patria para encerrarse en un habitación y no salir hasta que se llegue a un acuerdo que dure al menos otros 36 años. Y eso es lo que me quita el sueño.

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