La sobreexposición

La corrupción a pie de calle casi forma parte del ADN mediterráneo.

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Podemos se para. No del todo, pero lo suficiente para sentarse a pensar que la sobreexposición de sus líderes y sobre todo de su hombre talismán puede tener consecuencias no deseadas. Como todo de lo que se abusa.

Se produce el parón después de una semana difícil para el recién nacido partido político, nacido además bajo el liderazgo que nadie niega por mucha parafernalia que haya alrededor del núcleo duro y unipersonal de Pablo Iglesias.

Una semana en la que el líder mordió el polvo ante una periodista de raza a la que rápidamente acusaron de despiadada y de ser excesivamente dura con quien es excesivamente duro con los demás. A cualquier cosa le lleman llaman dureza.

Y una semana en la que sale a la palestra que todo el mundo tiene sus cosillas discutibles al menos, en un país en el que el amiguismo, el enchufismo, las medidas de gracias y por desgracia, la corrupción a pie de calle casi forman parte del ADN mediterráneo, desde España a Grecia, el mundo antiguo que se niega a perder sus viejas costumbres.

Y es que la sobreexposición no sólo produce hastío en muchas personas que prefieren las novedades en dosis razonables, sino que el que más habla más se equivoca y el que más sugiere más se investiga.

Y siempre hay quien no tiene nada más que hacer que investigar al enemigo político a ver qué le pesca. Y por supuesto que le pescan algo. Por eso. Porque somos como somos y quién no ha hecho un curso de formación al que no fue o se ha ahorrado el IVA cuando fue a comprar el frigorífico a un amigo que lo vendía barato.

La sobreexposición es mala siempre porque nadie puede mantener un ritmo como el que han llevado los de Podemos, de televisión en televisión, de radio en radio, de periódico en periódico. Porque contestar a tantas preguntas como se les hacen sobre sus fórmulas para salir de la crisis y equilibrar la riqueza o la pobreza produce lapsus que luego se interpretan como quieren los enemigos políticos, porque está demostrado que Podemos no tiene rivales políticos, sino enemigos. Quizá porque lo de rivales siempre ha sido un eufemismo para quitar hierro a la puñalada trapera que tanto se estila en el mundo de depredadores que somos.

Cómo quisiéramos los mortales que no somos de la casta que la casta hablara menos e hiciera más; que los que están contra la casta presentaran más cuentas viables y hablaran menos; que unos y otros enmudecieran y volvieran a hablar cuando de verdad tengan algo  que decir, algo que ilusione, que no sea una quimera o una indecencia.

La sobreexposición es mala para la gente de a pie, sobre todo, para los que ya no escuchan, se han quedado sordos de escuchar pregones y esperar trigo.

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