¿Habrá justicia?

¿En qué quedamos? ¿Mintió antes o es que es carajote perdío?

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Primero se me cayó Gallardón, al que yo tenía por un moderado y que al parecer se le presentó el  ángel del Señor y le ordenó que tomara la espada contra todos los abortistas que hay en el mundo, asesinos de niños indefensos. O eso o me tenía engañado, sin paliativos, que los políticos nacen con esa facultad de parecer lo que no son.

Luego se me cayó Jordi Pujol, a quien siempre tuve por un hombre de Estado, catalán y todo lo que se quiera, pero un hombre de Estado que sabía estar para poner la mano y para quitarla -aunque fuera como dar un paso atrás para coger carrerilla- cuando llegaba el caso histórico.

Pues nada. Resulta que el hombre se llevaba el dinero fuera de España, lo que levantó una nube sobre el independentismo que él abanderó en última instancia y muchos comenzaron a pensar que los menos quieren independencia para no tener que ser juzgados en España, sino en una Catalonia en la que sean héroes de la independencia que nunca tuvieron.

Y ahora ha sido Monago, el presidente extremeño, al que acusan de irse de ligue a Canarias cada dos por tres pasando los gastos al Senado, esa especie de cámara de repuesto que nos dimos los españoles y que resulta que cuando hace falta para algo, está pinchada desde que la inventaron.

Lo curioso de este último caso es que el presidente extremeño juró por to sus mulas que los viajes que había hecho los había pagado de su bolsillo, pero luego se descuelga diciendo que va a reembolsar el dinero de los viajes. ¿En qué quedamos? ¿Mintió antes o es que es carajote perdío?

Y así, un día sí y otro también, llegan los escándalos, como ya decía la semana pasada -y diré la siguiente, porque esta gente no me da tregua- pero no todos los días se te cae encima un mito, que eso duele más que el devenir diario de casos de corrupción. Y así va España.

Como si no tuviéramos  bastante con lo que ha pasado en estos años -porque lo que está saliendo no lo hicieron ayer, sino antier por lo menos- hoy es la consulta democrática de los catalanes, el problema enquistado que los políticos no han sabido solucionar porque sencillamente no dan la talla ninguno de los que están. Y no se espera ningún otro que no sea un bucanero de feria que ya asoma en lontananza al olor de las sardinas.

Esta semana estaremos pendientes -que ya hay que tener ganas- de las interpretaciones que hacen de la consulta catalana, que estoy yo por dejarlos votar con una única pregunta de si quieren la independencia ya o no la quieren, procurando que no me hierva la sangre cuando el Junqueras diga algo así como que es bueno irse ahora para no pagar la parte de la deuda española. Como si ellos no hubieran estado cuando la contrajimos. ¿Habrá justicia?

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