A veces cuesta asumir la distorsión que la ficción realiza sobre la realidad, ya de por sí lo suficientemente estrafalaria como para que nos estampemos contra ella en sus contradicciones e ironías. La ficción rompe límites, acentúa emociones, magnifica momentos, subjetiviza contextos y crea personajes superlativos para conformar una nueva realidad que se superpone sobre la nuestra. Por ello, es importante entender la ficción como una herramienta capaz de mostrarnos la realidad desde prismas inimaginables, pero tan reconocibles que aceptamos lo que vemos como algo verosímil, aunque la realidad siga siempre superando a la ficción.
Tres Anuncios en las Afueras (2017) es un cóctel molotov lanzado directamente a la cara del espectador medio, demasiado preocupado con buscar límites —narrativos, tonales y de cualquier índole— donde no los hay. Martin McDonagh, director de la estupenda Escondidos en Brujas (2008) distorsiona la actual Norteamérica profunda, marcada por la desesperanza, el racismo y la misoginia, para mostrar la vida como una tragicomedia protagonizada por un puñado de personajes miserables que intentan, en mayor o menor medida, no serlo.
La película narra cómo Mildred Hayes (excelente interpretación de Frances McDormand), cansada de esperar a que la policía de su pueblo aporte nuevas pruebas al caso de asesinato de su hija, alquila tres anuncios en una carretera secundaria de la zona para visibilizar su frustración y dejar en evidencia la incompetencia del cuerpo policial.
El hecho, movido por la desesperación, el dolor y el ansia de venganza, provocará una serie de acontecimientos que marcarán el devenir de los involucrados en el caso. A medio camino entre el western y el drama social (la música de Carter Burwell aúna a la perfección la sustancia de ambos géneros), Martin McDormand compone una historia sobre la inútil búsqueda en la que nos enfrascamos cuando le perdemos el sentido a la vida.
Así, y gracias a unas interpretaciones exquisitas (Woody Harrelson, Sam Rockwell, Caleb Landry Jones, Lucas Hedges, Peter Dinklage, John Hawkes… todos están en estado de gracia), la narración se desarrolla sobre un equilibrio tonal imposible entre el drama sobrecogedor y el humor negro más desenfadado y provocador, mientras los personajes, uno a uno, van fracasando en sus inútiles intentos de redención, sin augurar que solo triunfarán cuando, en la cumbre irónica de sus vidas, lleguen a perdonarse a sí mismos al descubrirse marionetas necesitadas de amor a merced de una ficción cruelmente orquestada que, en ocasiones, puede competir en crudeza y mordacidad con la más pura realidad.
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