Sala 3

You Were Never Really Here

La violencia es inherente al ser humano. No es un sentimiento, pero hace que estos se manifiesten en sus formas más intensas

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  • You Were Never Really Here -

La violencia es inherente al ser humano. No es un sentimiento, pero hace que estos se manifiesten en sus formas más intensas. Tampoco es una actitud, aunque se alimenta de nuestros actos pasionales en una espiral infinita que condiciona nuestro comportamiento y nuestras relaciones. A veces se manifiesta como un estado externo, de estallido repentino y turbulento; otras, sin embargo, solo es tormento introspectivo que amartilla la existencia de quien sucumbe a sus traumas. La violencia se alimenta de más violencia, y hay actos condenados a sucumbir ante su apetito.
El personaje al que interpreta Joaquin Phoenix en You Were Never Really Here (2017) consigue representar, de forma perturbadora, todo el espectro de violencia que caracteriza al hombre moderno. Joe, protagonista de la cinta, se dedica a rescatar a niñas explotadas sexualmente, trabajando al margen de la ley para un detective privado. Eliminando casi por completo la interacción lingüística, Phoenix consigue transmitir todo lo que exige su personaje a través de su físico en una actuación demencial, pues no hay secuencia de la película que no se sostenga sobre su imponente presencia.
La película, dirigida por la escocesa Lynne Ramsay, posee aspectos brillantes, aunque destacaría principalmente dos. En primer lugar, la subjetividad con la que Ramsay aborda siempre los estallidos de violencia del protagonista —el uso de cámaras de seguridad— reflejando de manera sutil sus conflictos internos, y logrando una sólida construcción psicológica del personaje. En segundo lugar, el contraste que Ramsay establece entre la íntima interacción de la cámara con el personaje de Phoenix —primeros planos sostenidos— y la manera en que muestra el contexto sociocultural podrido en el que nos movemos con imágenes urbanas sobrecargadas de caos, movimiento y la sugestiva banda sonora de Jonny Greenwood, como si con este contraste señalase el delgado límite entre la violencia que todos llevamos en algún grado dentro y aquella que nos rodea en nuestro día a día, la una siempre llamando a la otra.
Sin embargo, hay decisiones formales relativas al esclarecimiento del pasado que persigue al protagonista que acaban chirrían demasiado por puro desgaste y abuso de los mismos. Así, los recuerdos fragmentados en flashbacks fugaces se entremezclan con la imaginativa narrativa visual del resto de la cinta, provocando una saturación de información innecesaria para el espectador, que acaba algo fatigado. Con todo, gracias al notable trabajo de dirección y a la excepcional figura del personaje protagonista, en un merecido revisionado, no costaría hacer como que esos pequeños defectos nunca estuvieron ahí.
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